Cuando pensamos en grandes composiciones musicales que han sido utilizadas en el ámbito didáctico para aprender a diferenciar las tipologías de instrumentos, rápidamente tenemos en mente «Pedro y el lobo» (S. Prokofiev) o la «Guía de orquesta para jóvenes» (B. Britten). En este contexto, la obra «Piccolo, saxo y compañía», compuesta por el autor francés André Popp a partir de un texto de Jean Broussolle, es otro nuevo punto de encuentro entre la creación artística, la pedagogía y el espíritu lúdico.

La Orquesta Sinfónica del Conservatorio Profesional de Música de Gijón, dirigida por Antonio Ribera, fue la encargada de dar vida a la representación, con la ayuda de Ana María Pérez Martínez (profesora de clarinete en el Conservatorio de Gijón), quien ejerció de narradora. El concierto familiar tuvo lugar a mediodía de ayer, en el teatro Jovellanos, dentro del programa matinal «Música maestro», que siempre logra muy buena acogida, como sucedió en la sesión de ayer.

La historia que sirve de trasfondo para este espectáculo involucra a las diferentes familias instrumentales que integran la plantilla orquestal, en una suerte de viaje iniciático en el que dotando los instrumentos de vida se descubren los unos a los otros. Así, de forma gradual, los espectadores son capaces de discernir timbres, tesituras (identificándose la mayor gravedad con una supuesta edad más avanzada dentro de cada familia) y recursos melódico-afectivos (comprobando cómo el saxo es capaz de reírse a carcajadas o el arpa evoca la fuerza del viento). La tolerancia, el respeto y la integración sociocultural son algunos de los valores que se transmiten a través de esta obra, teniendo en cuenta que cada instrumento presenta características muy diferentes (forma, material, emisión de sonido, etcétera). Aunque en algunos momentos se juega con ciertos arquetipos (la guitarra aparece con rasgos bohemios mientras que las percusiones son tachadas de ruidosas por otras familias), estos aparecen exagerados para causar un mayor impacto en los niños, llegando incluso a despertar una mayor simpatía entre ellos.

Pero el espectáculo no se quedó exclusivamente en el magnífico concierto ofrecido por la orquesta, con los diferentes «personajes» apareciendo gradualmente al hilo de la vívida narración de Ana María Pérez. Buscó la interacción con el público más joven a través de preguntas y comentarios varios, sirviendo de preámbulo para el colofón final, donde todo el auditorio acabó cantando una canción derivada del motivo principal de la obra de Popp y en la que se estimula a los niños al estudio y a la disciplina musical. Para ello se contó con el Coro de Voces Blancas del Conservatorio Profesional de Música de Gijón, dirigidos por Sara Elorza, articulándose un número cercano al musical americano en el que incluso el propio director y la narradora tuvieron melodías solistas.

Una estupenda iniciativa que congregó a jóvenes y mayores y que supo reflejar la eficacia del trabajo en equipo a varios niveles.

«Piccolo, saxo y compañía» se representará hoy nuevamente en sesión para escolares, a las 10.30 horas, en el teatro Jovellanos, tras haberse agotado, con días de antelación, las localidades de ayer.