Pablo TUÑÓN

Temen que un cierre les haga echar el cierre. Los propietarios de cerca de una veintena de negocios situados en los soportales y en el patio interior del conjunto residencial Algarve, en la avenida de Galicia cerca de Cuatro Caminos, se ven en peligro por el vallado que quieren instalar los propietarios de viviendas del bloque en el exterior del edificio, rodeando la entrada a los bajos que ocupan los comercios. «Con la verja no me echan, pero me dejan las maletas en la puerta para que me vaya», señala Marcelino Heres, que tiene una tienda de lanas en el patio interior del complejo residencial.

La valla que quieren instalar desde la comunidad vecinal no supone el cierre total al paso hacia soportales y patio, ya que prevén dejar ocho puertas de acceso. Aún así, los dueños de negocios creen que les afectará. «Espero que la valla no me fuerce a irme y cruzo los dedos. Pero entre la crisis y esto, apaga y vámonos», cuenta Isabel Inguanzo, dueña de una peluquería también situada en el patio interior. Ante este temor, los propietarios de los bajos decidieron hace años abrir la vía judicial para que no se llevase a cabo la decisión tomada por la mayoría de residentes de cercar el bloque.

Hace una década que se planteó la cuestión en la comunidad, en la que hay 12 portales, 213 pisos y 52 bajos (no todos ocupados por negocios). Se aprobó por mayoría la decisión de vallar el complejo, apelando, según cuentan comerciantes y hosteleros, a la seguridad. «Pero nunca hubo aquí ni incidentes ni nada», matiza Lorena Bericua, que regenta un bar. Los votos en contra de los propietarios de bajos de nada sirvieron, y decidieron apelar a la justicia que, en primera instancia, les dio la razón. Después, se estimó un recurso interpuesto por los propietarios de viviendas, que pasaron a tener la razón. Entonces, fueron los dueños de bajos los que recurrieron, esta vez al Tribunal Supremo y sin lograr éxito. Por ello, hay vía libre para establecer el vallado y no quedan opciones de recurso.

«Ahora sólo nos quedaría que recapacitaran y no trataran de mandar a más gente al paro», señala Heres, que niega que la zona, tanto soportales como patio interior, sea de acceso privado, como rezan algunos carteles. «En la escritura pone que hay que dejar paso libre. ¿Si no a qué vinimos a poner aquí nuestros comercios?», puntualiza Heres. Ciertamente, los bajos exteriores han visto florecer decenas de negocios. Hay de todo, desde una autoescuela hasta un banco, una pastelería, una tienda de puertas, una panadería o una agencia inmobiliaria. «Por fuera están casi todos los bajos funcionando», asegura Pilar García, que hace 27 años abrió una floristería en los soportales de la avenida de Galicia. Esos soportales con bajos se extienden también por las calles de los Laboratorios y Rosalía de Castro. A éstos se suman los negocios instalados en el patio interior.

Por éste, así como por la avenida de Galicia, tiene entrada la cafetería de Dori García. «Por supuesto que nos afecta. Tal y como están las cosas, si la gente tiene que andar abriendo y cerrando las puertas de una valla para tomar un café...», señala. Todos aseguran que tienen una clientela fija que seguramente mantendrán, pero perderán otro tipo de consumidores. «Se va a estorbar el paso a clientes nuevos», proclama Inguanzo. Pilar García ve «difícil» aguantar con la valla . De momento, han agotado la vía judicial para evitar que la instalen. «Está todo perdido», dice resignada Dori García, con el temor al cierre, el de los soportales y el de su negocio, a flor de piel.