«Un buen párroco, llano, tan de calle...», se respondió Gómez Cuesta, quien también evocó a los dos curas que antes de Bardales atendieron La Calzada desde la creación de su parroquia: «Manuel Ibarra y José Luis Martínez», fallecido este último hace «tan sólo diez meses». Bardales fue, además, «un buen compañero, cordial, discutidor, un poco ácrata»; pero, ante todo, era «un cura de barrio, y cura significa el cuidado de las personas», precisó el párroco de San Pedro, que, asimismo, elogió el hecho de que «tratara a las personas sin distinciones ni prejuicios», obteniendo así «amigos a diestra y a siniestra».

En cuanto a su interior, Bardales era «hombre de fe, "un viejo creyente", como él mismo decía, y lo demostró afrontando la enfermedad con la confianza que puso en Dios». Esta fue «la última lección que nos dio, sin un lamento», ya que era «hombre vital, fuerte, recio...». Gómez Cuesta también evocó los últimos momentos de su enfermedad, «cuando su cuerpo se iba afinando, espiritualizando, transparentando, difuminando» a causa del mal que le devoraba; pero, «sí, sí, el alma existe», expresó el párroco de San Pedro, porque «lo que se ve es transitorio y lo que no se ve es eterno». Esa misma enfermedad «lo unió más a Jesús de Nazaret, hijo de Dios y verdadero hombre».

El predicador repitió, asimismo, una de las frases evangélicas más queridas por Bardales: «En la casa del Padre hay muchas estancias», y concluyó rememorando unos versos del obispo Pedro Casaldáliga que el apreciado cura de La Calzada solía repetir: «Al final del camino me dirá: "¿has vivido?, ¿has amado?", y yo le abriré el corazón lleno de nombres». Tras la homilía, leyó las peticiones de la misa el catequista Saúl Rodríguez, un chaval alto y fuerte, pero cuya voz se quebró por la emoción. Acabada la liturgia de exequias, el veterano sindicalista Luis Redondo, de la Corriente Sindical de Izquierdas (CSI), subió al estrado y aunque envuelto por la confusión emocional del momento llegó a expresar que «el alma colectiva» había sido la gran preocupación de Bardales en vida. «Envidio a los sacerdotes que he conocido, a Bardales, al "Peque ", a José Luis Martínez..., y al obispo Díaz Merchán; los envidio porque son felices y porque quieren salvarse con todos y pasan por esta vida ligeros de equipaje, como los hijos de la mar».

Una integrante de la asociación de apoyo a sordomudos, con sede en la parroquia de Jove y actividad en La Calzada, Cristina, tomó a continuación la palabra: «La vida de Chema ha sido ayudar, respetar las formas de pensar y el estar rendido a los pies del ser humano». La emoción no le dejó terminar y se echó a llorar.

Berta Vázquez, del grupo de Cáritas parroquial, elevó por último todavía más la emoción del momento: «Desde esa estancia del Padre que nos recordaste tantas veces, no dejes tu parroquia a la deriva». Una ovación atronadora y larga estremeció el templo. Muchas mujeres, y algunos hombres, besaron después el féretro con lagrimas en los ojos.