R. GARCÍA

La Sección Octava de la Audiencia Provincial de Asturias, con sede en Gijón, acaba de condenar a un vecino de la ciudad a 14 años de cárcel al considerarle responsable de los abusos que sufrió la hijastra del demandado durante más de seis años. El tribunal, que otorga además una indemnización de 50.000 euros a la víctima, mantiene que los abusos comenzaron cuando la demandante tenía sólo 6 años, en el año 1993.

Desde entonces y hasta que la víctima cumplió 9 años, el acusado, «aprovechando viajes en automóvil», realizaba tocamientos a la víctima en sus partes íntimas. Posteriormente, y hasta que la joven ya con 12 años se incorporó al instituto, los abusos pasaron a mayores, según los jueces. El tribunal mantiene que el acusado obligaba a su hijastra a mantener relaciones sexuales completas, «para lo cual al principio le decía que era normal, que eso lo hacían todas las niñas pero que era un secreto, y luego la amenazaba con romper la familia y dejar a su madre en la calle, con darla a ella en adopción y con no volver a ver a su hermano pequeño». El reo llegó a forzar a la joven para mantener relaciones sexuales en varias ocasiones.

La joven comenzó a relatar su historia cuando ya estaba estudiando en la Universidad de Oviedo. La víctima le contó lo sucedido a una amiga durante una clase en la que se hablaba de abusos sexuales. Posteriormente la denunciante se atrevió a relatar lo sufrido a sus familiares más cercanos. Como consecuencia de estos hechos la víctima desarrolló un trastorno ansioso depresivo.

El denunciante negó los delitos que se le imputaban ante el tribunal encargado del caso, asegurando que la joven había interpuesto la denuncia «para fastidiar a la madre». A pesar de todo, los magistrados de la Sección Octava otorgan credibilidad suficiente al testimonio de la menor, asistida por la Asociación Cavasym. «Hay persistencia en la imputación, prolongada en el tiempo sin ambigüedades ni contradicciones», mantienen los jueces. «Cierto es que la víctima tardó mucho en denunciar, años, pero eso no es infrecuente en agresiones o abusos sexuales especialmente contra menores, que, comprensiblemente y por sentirse inseguros, avergonzados, a veces culpables, siempre temerosos del agresor, dudan o no saben qué hacer», concluyen, asegurando además que si la joven discutía mucho con su madre era «probablemente un grito de socorro encubierto y un reproche implícito a su madre por no darse cuenta de lo que sucedía y no protegerla». La progenitora dejó la relación que mantenía con el acusado en cuanto tuvo conocimiento de la denuncia. La Audiencia impone una indemnización a la víctima «por lo prolongado de la conducta delictiva y la grave perturbación de su formación sexual».