Luján PALACIOS

Cada día caen a la lavandería de Cabueñes, a través de un tubo conectado con el Hospital, cerca de cuatro toneladas de ropa sucia. En transporte rodado llegan otras tres toneladas procedentes del Hospital de la Cruz Roja y del Valle del Nalón. Siete toneladas diarias de sábanas, fundas, almohadones, mantas y uniformes que entran sucios a partir de las siete de la mañana y a las tres de la tarde salen del centro de lavado impolutos, plegados y listos de nuevo para su utilización, durante 313 días al año.

La lavandería del Hospital de Cabueñes ajusta gastos y rompe moldes en tiempos en los que la externalización de servicios es moneda común a la hora de ahorrar. Por eso, y para reducir el desembolso en 180.000 euros, las instalaciones gijonesas comenzarán a trabajar desde hoy mismo a dos turnos: por la tarde se lavará la ropa procedente de los hospitales Álvarez Buylla de Mieres y San Agustín de Avilés. Ello supondrá un suplemento de un millón de kilos de ropa al año. Un ejemplo de eficacia que, además, permitirá que la actual plantilla (compuesta por treinta y cuatro personas) se amplíe con otros diecisiete empleados, que empezarán a trabajar en el segundo turno.

La iniciativa de pasar a trabajar para otros centros hospitalarios de la región fue adoptada por el Sespa a iniciativa del sindicato de celadores SICEPA, y con el apoyo decidido del subdirector de gestión del Hospital de Cabueñes, Juan José Ordiales Alonso. «Tenemos una lavandería como no hay otra en España en cuanto a buen funcionamiento, y había que aprovecharlo», asegura Ordiales, quien señala también que, pese la antigüedad del centro -tiene veinte años- «sigue trabajando fenomenal, aunque siempre se podría mejorar la tecnología», advierte con un guiño.

Con la puesta en marcha de este segundo turno de trabajo se demuestra que todas las medidas de ahorro y eficiencia en Cabueñes han tenido el efecto deseado. En los últimos tiempos se ha empezado a introducir ozono en las lavadoras, de manera que «abre más el tejido, ayuda a que el producto de limpieza penetre más y el resultado sea también mejor», explica Ángel Rodríguez, jefe de equipo de la lavandería. A todo ello se añade un considerable ahorro en la cantidad de agua que se usa diariamente en el proceso. Otro de los proyectos en mente de los responsables de las instalaciones es el de la recuperación de esta agua.

«Queremos tratar el agua de los lavados, unos 120.000 litros al día, para que pueda ser reutilizada más veces», indica Antonio Álvarez, responsable de la planta. Una medida de ahorro que se complementa con otras ya vigentes como la de «no embalar más que lo imprescindible con plásticos; son muy caros y contaminan», prosigue Álvarez, a la vez que llama la atención sobre uno de los efectos de la crisis en el centro: «Antes nos quitaban la ropa de desecho de las manos, las empresas nos compraban sacos y sacos para trapos de limpieza, y ahora los tenemos aquí almacenados», explica, siempre a la caza de la mayor rentabilidad posible.

De esta manera, todo funciona con precisión de reloj, desde que entra la ropa, se escoge, se lava, se plancha, se dobla y se coloca en los carros y armarios, con destino de nuevo a las plantas. «Cada ropa, con destino a su centro, perfectamente identificada, con sus albaranes e informes diarios de entrada y salida», recalca la responsable de producción, Yolanda Castaño.

Todo ello, en una planta que reluce de limpia. Porque, como indica Antonio Álvarez, «la gente piensa que aquí está todo sucio y es justo al revés; es un entorno muy agradable».