Lara A. CHARRO

Para cualquier padre, un hijo siempre es un pequeño genio. María Luisa Prieto y Antonio Allende, un ama de casa y un inspector de seguros, tuvieron que hacer sacrificios para que sus tres hijos gozaran de una educación de alto nivel, pero desde hace un tiempo están viendo recompensados todos sus esfuerzos. Carlos, Cristina y Ana, los hermanos Allende Prieto, suman en un palmarés académico familiar brillante varias carreras universitarias, doctorados, estancias en el extranjero y colaboraciones con universidades internacionales. Ahora aprovechan el parón estival para pasar unos días juntos en su tierra. «Hemos cogido una casa en Peón, porque con los niños es imposible quedarnos en el piso de mis padres en Gijón», cuenta Cristina.

Ella, la mediana de los hermanos, se define a sí misma como «la oveja negra de la familia», lo que suena raro cuando explica después que es ingeniera técnica topógrafa por la Universidad de Oviedo, ingeniera en Geodesia y Cartografía por la Universidad de Salamanca y doctora en Geodesia y Cartografía, con premio extraordinario incluido, por la Universidad de Oviedo. Actualmente trabaja de profesora titular de esta Universidad y compagina la docencia con sus proyectos de investigación, centrados en ámbitos diversos como la innovación docente o el medio ambiente y la obra civil. Con sus casi 39 años le ha dado tiempo, además, a tener dos hijos: Juan, de 7, y Manuel, de 5.

Quien también tiene dos niños, Alba, de 2 años, y Daniel, de ocho meses, es su hermana menor, Ana, para la que resulta imprescindible el papel de su marido, «que vale su peso en oro». «Prácticamente todos los meses me tengo que ir a Bruselas por un proyecto de investigación y es él quien se ocupa de los niños», confiesa. Esta gijonesa es licenciada en Tecnología de los Alimentos por la Universidad de León y doctorada europea en Ciencia y Tecnología de los Alimentos por la Universidad Politécnica de Cartagena. «Obtuve una FPI, una beca del Ministerio para la formación del personal investigador y con ella realicé cuatro estancias en el extranjero de cuatro meses cada una: Francia, Estados Unidos, Bélgica y Canadá», explica. Desde 2008 es científica titular en el CEBAS de Murcia, perteneciente al CSIC y actualmente es, además, experta externa de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria.

A pesar de ello, Ana no duda a la hora de señalar a su hermano mayor como «el cerebro de la familia». Carlos comenzó su currículum con una licenciatura en Ciencias Físicas por la Universidad de La Laguna (Tenerife), para continuar con un doctorado en Ciencias Físicas por la misma Universidad. Después se trasladó a la Universidad de Texas (EE UU), lugar donde realizó tres posdoctorados y obtuvo plaza de investigador. Allí vivió diez años, a los que sumó otros dos en Londres, durante los cuales desarrolló labores de investigación en la University College of London (UCL). Desde entonces ha regresado a La Laguna y trabaja en el Instituto Astrofísico de Canarias, donde combina la investigación estelar con proyectos de colaboración internacionales. Carlos tiene un niño de 5 años que se llama Sergio.

Al margen del problema que supuso costear las carreras de los tres hijos, lo peor para sus padres fue tenerles fuera de España. «Fue muy difícil», afirman. Pero lo compensa una habitación llena de títulos y reconocimientos académicos.