Pablo TUÑÓN

El Real Club Astur de Regatas (RCAR) está de moda tras el oro conseguido en los Juegos Olímpicos por Ángela Pumariega. Los caprichos del tiempo han querido que el excelente triunfo de la gijonesa formada en las aguas próximas al cerro de Santa Catalina coincidan justo con el año en el que se cumple el centenario de las primeras regatas celebradas en la bahía de Gijón por el RCAR.

Fue en 1912 cuando tomó forma visible la afición y la pasión por la navegación de recreo de las personas que, un año antes, habían fundado el Real Club Astur de Regatas. La bahía de Gijón se llenó por primera vez de embarcaciones compitiendo entre sí en una carrera. Corría el mes de julio y, como no podía ser de otra manera, la cita contó con participación real: Alfonso XIII se enfundó en las aguas gijonesas el traje de regatista.

Ya conocían los gijoneses al monarca de su visita en 1900. También a su yate, el «Giralda», con el que llegó a El Musel para participar en las regatas. «Aquel yate blanco y fino de líneas», contaba el periodista gijonés Joaquín Alonso Bonet. En aquella primera ocasión un Alfonso XIII adolescente hizo una entrada triunfal acompañado de la reina regente María Cristina. Ahora las circunstancias eran diferentes. Alfonso XIII ya no era un adolescente y su visita era para navegar junto con los aficionados gijoneses en una regata, la primera del RCAR.

Se da la circunstancia de que por aquel entonces, julio de 1912, el club no tenía ni un año de vida y no estaba resuelta la cesión de los terrenos para la construcción del pabellón de verano en la antigua batería de San Pedro, por lo que las autoridades y las personalidades asistentes a esas primeras competiciones de vela tuvieron que disfrutar de la regata desde una improvisada terraza. Desde ese mismo lugar cumplió sus funciones el jurado de la carrera, así como se dio salida a las embarcaciones. Eso sí, la terraza estaba situada en el mismo sitio donde levantaría el club sus instalaciones poco después.

Joaquín Alonso Bonet cuenta su encuentro con el rey cuando entró en Gijón para participar en la regata. «En una canoa de Sanidad Marítima llegué al costado del "Giralda" con varias representaciones. Pasamos a bordo. El rey, ya en indumentaria deportiva, estaba en la puerta de la cámara, en compañía de su mayordomo mayor, el marqués de Viana, y del ministro de Jornada, García Prieto, marqués de Alhucemas», escribe el cronista.

Tras la recepción al monarca, se disputaron las regatas: una nacional y otra internacional. El viernes 19 de julio se echaron a la mar los balandros por la tarde para las carreras internacionales. En un recorrido de doce millas, los balandros de las series de 15 y 10 metros disputaron la Copa «Gijón», donada por García Sol, primer presidente del club. Se llevó la copa, más 500 pesetas, Luis Arana, patrón del «Tonino», balandro propiedad del rey. Ese mismo día también se disputaron carreras de las series 8, 7 y 6 metros en un trayecto de nueve millas. Y el premio de honor fue para el rey con su «Giralda IV». También se llevaron premios, patrocinados por Casa Benigno Piquero y el Casino, los yates «Santander» y «Paquete». En total se repartieron 2.550 pesetas en galardones.

Al día siguiente, de mañana, tuvieron lugar las regatas nacionales, sólo para balandros construidos en España. En éstas se repartieron 2.500 euros en premios y las copas de su Majestad el Rey y la de la Liga Marítima Española.

Los actos de las primeras regatas de la bahía gijonesa se alargaron hasta el día siguiente, domingo 21 de julio, en el que Alfonso XIII presidió la entrega de premios, celebrada en los salones del Real Club Astur de Regatas, situados en la calle Corrida. La gala dejó la imagen del presidente del club, García Sol, entregando su copa al rey, que alargó su estancia en Gijón con varias visitas. Entre ellas, una a la Fábrica de Tabacos.

Así comenzó la actividad de competición del RCAR, que ha ido sumando regatas tras regatas forjando toda una tradición que ahora reluce en el oro olímpico de Pumariega.