Cuando piensa en todos los testimonios que recogió para hilvanar su mapa de roles en la música tradicional, Llorián García reconoce que «la mayoría de los gaiteros a los que entrevisté no me ayudaron mucho porque no eran conscientes de la problemática de género. Las gaiteras sí que la tienen más presente». En su análisis de cómo funcionan las bandas, este gijonés acabó por ver claro el «techo de cristal» que impide la progresión de muchas mujeres. «Nadie prohíbe explícitamente que alguien sea una gran gaitera, pero la realidad limita siempre. Por ejemplo, la norma no escrita es que la primera fila de la banda la ocupan los paisanos, altos y fuertes, que toquen bien, y les muyeres, para atrás».

Hasta la valoración de la interpretación en la gaita tiene su miga. «Los parámetros musicales que tradicionalmente están asociados a lo masculino, como demostrar un dominio técnico, no fallar tocando o interpretar piezas difíciles, se valoran más que cuestiones vinculadas a lo femenino, como hacer un fraseo guapo, sacar un buen sonido o la expresividad. Al final todo es un imaginario que lleva a que se mantengan los roles». Por si alguien dudase, «ahora tengo claro que soy feminista», reconoce García. Antes, ni lo imaginaba.