C. J.

«El carlismo es mucho más que un pleito dinástico». Con estas palabras de Faustino Zapico arrancaba ayer la disertación del joven historiador gijonés Javier Cubero acerca de la creación literaria en tiempos del carlismo en Asturias. Apoyaba su presentación en los cuatro autores que repasa en su obra «Del Romanticismo al Regionalismo. Escritores carlistas en la literatura asturiana» y que le valió el premio de investigación «Fierro Botas» en 2009. Según Cubero, el carlismo como «alternativa a la estructura político-territorial existente» revela una literatura en bable que se consideraba «apéndice folclórico» de la española.

El primer libro impreso en «llingua» asturiana data de 1839 y es la colección de poesía de Caveda y Nava que acudía al bable como «recuerdo a la memoria de los mayores» pero siempre «subordinado» a la lengua castellana. Una actitud bien distinta a la que presentaban los cuatro autores que repasa en su obra. Del primero de ellos, Xuan María Acebal, dice, «fue el príncipe de los poetas en bable» con poca creación, pero de «extraordinaria» calidad, apunta el historiador gijonés, al tiempo que destaca de Acebal que «sitúe al asturiano al nivel del castellano». El mismo ejemplo se repite en Manuel Fernández de Castro y el padre Galo, que rechazaron vulgarismos y castellanismos y promovieron incluso un diccionario y una gramática. «Toman partido por la cultura asturiana», subraya Cubero, igual que Enrique García Rendueles, que propuso el desarrollo de un modelo lingüístico «alternativo». Los cuatro son, a ojos de Javier Cubero, ejemplo de superación de la visión folclorista o empobrecedora que se le había dado hasta entonces al bable.