La herencia de la «Tizona», vista para sentencia
Una familia asturiana reclamó esta semana en los tribunales madrileños su derecho a beneficiarse, con 750.000 euros, de la venta de la espada del Cid

El ex alcalde de Burgos y ex ministro Juan Carlos Aparicio, con la «Tizona».
A. RUBIERA
José Manuel García Mayo se ha quedado con la última frase que el viernes, en los tribunales de la plaza de Castilla de Madrid, les dirigió la magistrada del Juzgado número 72. «En diez días, un mes como mucho, nos dijo que podría haber sentencia». Y ya tienen ganas. Son casi diez años, y cinco metidos a fondo, los que lleva una familia asturiana intentando hacer valer los que consideran sus derechos por heredad sobre la espada «Tizona», la que condujo al Cid Campeador a mil victorias y la legendaria empuñadura de la que se habla hasta en el Cantar del Mio Cid.

La herencia de la «Tizona», vista para sentencia
Esa familia, de la que ejerce como portavoz José Manuel García Mayo, es la formada ahora por las herederas de Salustiano Fernández Suárez, un pescador de Luarca, y su esposa Jacinta Méndez. Las tres hijas -García Mayo es el marido de una de ellas- han seguido adelante con la reclamación que en su día ejercieron sus progenitores sobre la «Tizona» y su destino. Una espada que, según consideran, estaría incluída en el legado que el XV marqués de Falces hizo a sus cuidadores, que no eran otros que este matrimonio asturiano.
Con ellos vivió el marqués, Pedro Velluti Murga, durante cerca de treinta años, los últimos diez de su vida en Gijón, donde falleció en 1986. Y a ellos, que le atendieron después de que su familia se desentendiera de él -el marqués era invidente y soltero-, les hizo herederos universales «con expresa indicación en el testamento de que dejaba sus bienes a las personas que le cuidaron tras haber sufrido el abandono de su única hermana», explica García Mayo.
Entre esos bienes, aunque inicialmente no lo sabían, estaba la «Tizona» del Cid, depositada por firma conjunta de Pedro Velluti y su hermana Olga desde los años setenta en el Museo del Ejército de Madrid. Fue con el paso del título de Marqués de Falces a un sobrino de Pedro Velluti, José Ramón Suárez de Otero -hijo de Olga Velluti-, y con las maniobras que éste hizo para vender la espada a algún organismo oficial español, como se entera la familia asturiana de que ese estoque se encuentra ligado a la historia de los Falces. Y que puede tener un valor millonario que, por trabajo y cariño, aunque no por linaje, les puede corresponder.
La venta se llevó a cabo, finalmente, en el año 2007. La Junta de Castilla y León, con capital aportado por empresarios de Burgos, adquirió la afamada espada al actual marqués de Falces por 1,6 millones de euros y esta semana, en los juzgados madrileños, la familia asturiana ha podido argumentar por qué se consideran merecedores de la mitad de ese dinero, 750.000 euros. Fundamentalmente la representación legal de las hermanas Fernández Méndez ha tenido que contrarrestar la idea de que la espada no está unida al título del marquesado de Falces. «Sólo tendría una validez de dos sucesiones, así que no nos parece un argumento convincente; y si lo estuviera, el propio marqués no podría haber ejercido ese derecho de venta», sostiene García Mayo. De hecho, insisten en que «nada de todo esto se hubiera movido» si no llega a ser el marqués quien vende una propiedad que estaba bien como estaba, depositada en el Museo del Ejército de Madrid.
¿Y, si se sienten herederos, por qué piden sólo la mitad del dinero ingresado por la venta de la «Tizona»? «Porque damos por absolutamente válido la cesión que, los hermanos, doña Olga y don Pedro, hicieron en su momento ambos dos al Museo de Madrid. Con ello consideramos que la espada estaba reconocida como un bien de la familia, por lo tanto, de llegarse a la venta sólo nos podría corresponder la mitad», aclara García Mayo.
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