Pablo TUÑÓN

El trabajo de toda una saga de arquitectos ya está al servicio del municipio en el que trabajaron durante décadas. Mariano Marín multiplicado por tres. Así se podría llamar el archivo que el tercer arquitecto de la saga, Mariano Marín Rodríguez-Rivas (Gijón, 1926), ha donado al Ayuntamiento. Se trata de decenas de documentos, principalmente sobre proyectos arquitectónicos, de Mariano Marín Magallón (abuelo), Mariano Marín de la Viña (padre) y el propio Mariano Marín Rodríguez-Rivas. «No había más remedio que devolver a Gijón parte de lo mucho que me ha dado porque soy un gijonés, aunque muy crítico, de los activos en la ciudad», proclamó ayer Marín Rodríguez-Rivas, que reconoció que «sospechaba que podían tener un interés, pero no tenía el suficiente conocimiento para juzgar el auténtico valor» de los documentos.

El historiador gijonés Héctor Blanco hizo de enlace entre la familia Marín y el Ayuntamiento. «Era el punto lógico de destino de esta documentación, ya que el archivo municipal de Gijón atesora todos los fondos documentales, todas las planimetrías y proyectos de la arquitectura contemporánea de la ciudad», argumentó Blanco, que espera que «se saque el mayor partido posible de esta documentación para tener una idea clara de cuál fue la evolución urbanística y arquitectónica en la ciudad», así como que el Ayuntamiento organice más exposiciones y publique libros sobre este tema. Tanto Héctor Blanco como Mariano Marín fueron recibidos ayer por Pedro Barbillo, concejal de Relaciones Ciudadanas, y Eduardo Núñez, archivero municipal.

«Este archivo, que da un valor añadido al archivo municipal, incluye dibujos, litografías y documentación que pueden ser útiles para los investigadores en particular y para los gijoneses en general. Garantizaremos su conservación, organización y tratamiento archivístico así como su disposición a la consulta pública con fines educativos y de investigación y divulgación histórica del patrimonio arquitectónico gijonés», aseguró Barbillo.

Especialmente valiosa es la documentación de la obra de Mariano Marín Magallón, que ejerció de arquitecto desde 1894 a 1924. Héctor Blanco aprovechó la ocasión para pedir que se rectifique la placa de la calle que lleva su nombre en La Calzada, donde pone «Magallán» en lugar de Magallón. El actual teatro Jovellanos, varios edificios del centro o el «martillo de Capua» son algunos de los legados de Marín Magallón. Su hijo, Mariano Marín de la Viña, llegó a ser arquitecto inspector de Hacienda de Asturias, Galicia y León.

Mariano Marín Rodríguez-Rivas quiso reivindicar ayer la figura de su madre Antonia, esposa de Mariano Marín de la Viña. «Ayudó a archivar y crear documentos. Fue una colaboradora permanente de mi padre. Estudió Bellas Artes, donde la conoció mi padre, y era una excelente dibujante, una mujer muy adelantada a su tiempo», recordó el último arquitecto de la saga Marín. Porque ninguno de sus hijos se ha inclinado por la arquitectura. Se termina así una dinastía que levantó decenas de edificios, pero su legado quedará para siempre en el archivo municipal.