Dicen que los abuelos se van volviendo un poco niños. Los 72 que viven en la modesta residencia Las Mimosas, en el municipio madrileño de Serranillos del Valle, esperan cada 6 de enero con la ilusión de un infante. Cada año, desde hace trece, reciben una visita muy especial. Tras una larga noche repartiendo regalos a los más pequeños, Melchor hace un alto en su viaje de regreso a Oriente para llevar un presente a estos abuelos. Esta vez no se esconde y entrega personalmente unos perfumes que él mismo ha comprado y que alegran la vida de sus destinatarios.

José Ramón Sandoval Huertas (Humanes de Madrid, 2-5-68) llamó por primera vez a la puerta de Las Mimosas hace trece años y pidió hablar con su director, Jesús Ramos Remesal, a la sazón alcalde de Trefacio de Sanabria (Zamora), quien le escuchó no sin cierta desconfianza. El joven Sandoval, entonces un perfecto desconocido, le explicó que había realizado una promesa durante la enfermedad de su suegra para llevar a cabo un acto benéfico en alguna institución. No le fue fácil. Quiso hacerlo en varias residencias y hospitales que desconfiaron de él, hasta que Jesús Ramos decidió darle una oportunidad.

La idea era la de presentarse cada 6 de enero en la residencia con un regalo para cada uno de los inquilinos. El propio Sandoval se encargaría de comprarlos, traerlos y repartirlos vestido de Rey Mago. La única condición es que llegaría por la tarde, cuando terminase el trabajo en el conocido restaurante Coque.

Y así llegó la tarde del 6 de enero de 2000. Cuando un coche estacionó en el aparcamiento de la residencia y aquel joven alocado descendió de él vestido de Melchor y acompañado por uno de sus hermanos. El director de la residencia siguió de cerca el reparto de presentes, temeroso de que al final se le pidiese una compensación. No fue así. Todo lo contrario. Cada año recibe una llamada para saber cuánta gente tiene viviendo en la residencia y Melchor nunca falta a su cita del 6 de enero cargado de perfumes.

Ni siquiera falló en 2005, cuando su abuelo murió un día antes en la residencia de Humanes. O este año, en que perdió a su madre el 2 de enero y el Sporting jugó en Huelva el día 5, desde donde Sandoval marchó a toda mecha a Sevilla para tomar un avión a Madrid y llegar a tiempo a su cita mágica. En estos años le han acompañado en el cumplimiento de su promesa sus hermanos, incluido el prestigioso cocinero Mario, su mujer y este año su hija mayor, Alba, que, emocionada por la bondad de su padre, se comprometió a sustituirlo si algún día la salud o el trabajo le impiden cumplir su promesa más sagrada.