Recuerdo a Irvine Welsh, ataviado con los colores del Sporting, respondiéndome con seriedad escocesa a cada una de las preguntas que le hacía sobre «Trainspotting» y la vida, ni limpia ni sucia, que respira en las páginas de sus historias. Después salió de rojiblanco al escenario del teatro de la Laboral, en un maravilloso «spoken word» de los de la época de Mateo Feijoo, antes de la llegada de José Luis Moreno y del actual eclecticismo programador. Así que he recibido casi como lo más natural del mundo los piropos que el célebre escritor ha remitido al UC Ceares, ese modesto equipo gijonés que milita en la Tercera División: «Club maravilloso, grandes personas, historias excelentes».

Ya se sabe, fútbol es fútbol, según la estupenda tautología de Vujadin Boskov, uno de los inolvidados técnicos que pasaron por El Molinón, pero hay pocos equipos de fútbol que hayan hecho de la literatura, la música y la modestia, señas de identidad. Es el caso del Unión Club Ceares. El balón y la cultura no son incompatibles, piensan sus directivos y unos cuantos socios. Quieren ver en esa relación, pese a la socorrida retórica sobre las supuestas incompatibilidades entre uno y otra, mitologías y metáforas compartidas.

El actor y escritor Maxi Rodriguez, colaborador de LA NUEVA ESPAÑA, lo explicó ayer en la librería Paradiso, donde se presentó «Entre líneas». Este libro reúne, con prólogo de Kiko Amat y editado por Suburbia, los relatos ganadores del premio de narrativa breve que convoca el Ceares. «Crecí jugando al fútbol y haciendo teatro, aunque era complicado en la Cuenca, porque mezclabas a Rojo I y Rojo II con "Ricardo III", el deporte rey con El rey Lear"», dijo Maxi Rodríguez, que ha acabado con carnet del Ceares, claro. «Otro mundo es posible; conecta el fútbol con la vida», señaló el autor de «Oé, oé, oé!», obra en la que muestra su conocimiento del mundo de los aficionados al fútbol, un «pegamento social».

La bandera rojiazul del Ceares, club fundado en 1946 tras la fusión del Blancoval y el Fortuna, entre libros, discos, autógrafos de García Calvo y los retratos de Stevenson y Rimbaud. «Hemos querido romper el tópico del futbolero como alguien descerebrado», afirmó Iñigo Arza, uno de los directivos del equipo de La Cruz. Su presidente, Alberto Álvarez García, tiene clara que ésa es «la línea a seguir, siga yo o no». El club tiene unos 500 socios, casi tantos como los «poderosos» de la Tercera y pese a contar con uno de los presupuestos más humildes, unos 60.000 euros.

«Nos sentimos un club de barrio, con jugadores que son todos trabajadores; si hasta cantamos: "Entrenamos por las tardes, después de trabajar"», contó el presidente a este periodista. El secretario de la entidad e impulsor de muchas de estas actividades culturales, Miguel Lozano, presume de que entre los socios figuran Nacho Vegas, Vicente García Oliva, Boni Pérez y el novelista Miguel Barrero. El músico Igor Paskual ha dado en su blog diez razones para amar al Ceares: «Porque por la megafonía del campo suena "Slade" a todo volumen. Porque en el aparcamiento de La Cruz no hay Audis ni Mercedes sino Lambrettas, Nortons y Cuaatro Latas. Porque son el equipo con la ropa más chula y vintage de la categoría...». Y por ahí seguido. Igor Paskual es, junto a Mar Álvarez («Pauline en la Playa», «Petit Pop») y Pablo Texón, uno de los ganadores del concurso de narraciones breves. Los dos primeros pusieron la música ayer en Paradiso, donde cantaron cuatro himnos futbolísticos, incluido el mítico «You'll never walk alone» («Nunca caminarás solo», que pasó de ser la canción del musical «Carrousel» a convertirse en el santo y seña del Liverpool FC.

Maxi Rodríguez, que parece saberlo todo de fútbol, tiene una teoría: «Serás de mayor como juegues en el patio del colegio». Cuenta que conoció a uno que quería ser árbitro y acabó de concejal del PP.