Uno de los calificativos mas destacables entre los asturianos ye llama-y a un personajillo «babayu». Cuando vemos un maizal, solemos llamar babayu al maizón más altu de la huerta. Pese a ser tan grandón, el labrador sabe que esi maizón sólo le va a servir para forraje del ganado: pues el babayu nun tien panoya.

¿Qué se puede esperar de una persona con cargo, por supuesto elegido, que cuando debe razonar en sus respuestas lo que denota no es inteligencia, sino que ye un simplón? Mejor se tenía que haber callado el edil Rubiera en la presentación del festival sidrero donde arremetió con una actitud engreída contra los mineros prejubilados. Todo el mundo debe saber que la sidra tien que bebese de pie. No sé si al político de turno, concejal de Foro en el Ayuntamiento de Gijón, en el citado festival le darían algún culete de sidra, entre presentación y presentación. Como reflejó la semeya del citado festival, el concejal estaba sentado. Y en esa posición, en ocasiones la bebida asturiana puede dar problemas.

Aunque el edil lo sintiera, debería haberlo pensado dos veces antes de decir lo que dijo, que la minería se debía haber cerrado hace tiempo. A mí, personalmente, no me lo puede decir, pues gracias a la minería, cuando toda España era un manto de silencio, la palabra libertad se pudo comprender en toda la nación gracias a los mineros. Las primeras huelgas después de la guerra civil las hizo la minería. Cuando España tenía las fronteras cerradas y no entraba absolutamente nada, ylos inviernos eran fríos, el carbón que se arrancaba en las minas con el sudor de los mineros, calentaba los hogares de todo el país. Gracias al carbón no se pagaba en divisas el mineral que deberían fundir los altos hornos de Fábrica de Mieres, La Felguera y Ensidesa.

Gracias al carbón se fomentó una España moderna; pero es evidenteque, con los tiempos, la minería, y en concreto la asturiana, se quedó obsoleta. Pero lo fue porque primero sus propietarios nunca procuraron modernizar las instalaciones; y cuando se fundó Hunosa no se hizo con una auténtica finalidad de proteger las minas y sobre todo a los mineros. Y muchos menos, en ubicar en las cuencas mineras industrias que deberían mantener la vida laboral en ese entorno.

Seguro que cuando el otro día le recortaran al ministro de turno la prensa nacional, pidió que le mandaran unes botelles de sidra para brindar con unos culinos a costa del desafortunado desatino del concejal de Cultura de Gijón arremetiendo contra los prejubilados de la minería. Rubiera ha ido de la mano del Gobierno en atacar a los que todavía hacen de mineros en esta Asturias, patria querida.

Más que nunca, hoy acabo diciendo: «Yo soy minero».