Suzuki paró ayer definitivamente la cadena de producción de su factoría de Porceyo. La última moto se había fabricado el pasado miércoles, pero entre el jueves y ayer se estuvieron realizando «reparaciones» en un millar de motos, a las que se estuvieron colocando piezas de plástico y efectuando arreglos en la pintura. Ayer fueron 43 los trabajadores que acudieron a la factoría. Una Semana Santa amarga para todos ellos. Hoy, domingo, cesa oficialmente la actividad productiva en la fábrica, pero de hecho el último día en el que hubo tareas de producción fue ayer. A ese cierre en cadena se suma, además, la nefasta repercusión que ya se conoce en al menos otras dos empresas auxiliares.

«Estuvimos reparando mil motos en tres días, entre Jueves Santo, Viernes Santo y hoy (por ayer). Y lo hicimos muy mal de ánimo. La gente tenía pensado acabar el miércoles. Estos días vinimos sólo una parte de la plantilla y con la moral por los suelos», señala mirando atrás Alberto Fernández, que deja quince años de su vida en la cadena de montaje de la fábrica gijonesa.

Luis Belarmino Álvarez Roza, jefe de equipo de montaje y trabajador de Suzuki durante los últimos dieciséis años, diez de ellos en contratas, expresa sus sensaciones tras fichar ayer, por última vez, en la fábrica: «Lo teníamos asumido ya, pero lo llevamos mal. Pasamos muchos años aquí trabajando. Yo ahora me quedo en el paro cuando voy a tener un hijo; y viendo el panorama que hay fuera... pero lo que toca ahora es luchar y esperar a que mejore esto».

Otros, más veteranos, como Carlos Escobar, que pasó 34 años en la cadena de montaje de Suzuki, son más escuetos: «Es una situación un tanto amarga», señala mientras otros compañeros abandonan la fábrica en sus vehículos tocando el claxon y haciendo estallar petardos como los que utilizaron en las manifestaciones y protestas durante las negociaciones con la empresa de las condiciones sociales para el cierre.

Para Jesús Álvarez, trabajador del departamento de calidad de la fábrica, en la que pasó treinta y seis años, la jornada de ayer fue «un poco triste, después de tantos años dentro de la empresa; pero el tema es más delicado para la gente joven, cuando pensábamos que el futuro iba a ser mejor. No contábamos con lo que pasó. Me recuerda a lo que ocurrió con Tabacalera, porque en los dos casos se estuvo hablando durante años de inversiones y proyectos de la empresa y en ambos casos acabaron marchando».

Muchos años son los que también deja atrás Raquel Novoa, quien pasó los 36 años de su vida laboral en Suzuki. Ayer se fue con «muchos recuerdos y muchas vivencias de empresas que se portaron siempre bien con nosotros, pero esto último, ya ves... Nunca pensé que esto se fuera a marchar de aquí. Yo entré cuando la fábrica era de Puch-Abello, que también decidió marcharse; pero ellos al menos buscaron un inversor y llegó Suzuki. Los austriacos buscaron un inversor, pero éstos no pusieron ningún interés». Esta trabajadora recordó que el cierre de Suzuki no sólo afecta al personal de producción de la propia empresa, sino que las industrias auxiliares llevan años afectadas por el traslado de producción de Gijón hacia otras plantas. «Hace seis años se llevaron a Alemania recambios que hasta entonces se hacían en Gijón», recordó.

Los que ayer dejaron la fábrica fueron los últimos trabajadores que realizaron tareas de producción en Suzuki, pero aún habrá actividad en la factoría de Porceyo hasta el próximo 31 de mayo, para desmantelar la cadena de montaje y vender la maquinaria, previsiblemente a otras empresas del grupo, después de que no haya aparecido ningún inversor interesado en adquirir la factoría gijonesa para recolocar a los 170 trabajadores despedidos. De ellos, 141 se quedan en la calle a partir de hoy. Otros 29 trabajadores de producción aún permanecerán en nómina de la multinacional japonesa hasta el 31 de mayo, cuando se prevé que concluyan las tareas de desmontaje de las instalaciones de la multinacional, tarea que comienza mañana lunes.

A partir del 1 de junio, los únicos que permanecerán en la empresa en Gijón son los 31 trabajadores encargados de tareas comerciales, de posventa y de atención al cliente, para dar servicio a quienes adquieran las motocicletas que Suzuki va a importar de sus factorías asiáticas, entre ellas la nueva «Burgman» fabricada en Tailandia, que es adonde la multinacional japonesa traslada su producción de Gijón.