Pedro (nombre ficticio a petición del interesado) acaba de cumplir 50 años. Y a esa edad está empezando una nueva vida lejos del «infierno» que le hizo vivir la cocaína durante más de una década. Perdió su familia, sus amigos y hasta su dinero por consumir «polvo blanco». No se dio cuenta de la dureza de su realidad hasta que se vio en el calabozo de los juzgados de Gijón. «Cuando tocas fondo y ves que la Policía te pone unas esposas es cuando realmente te das cuenta de lo mal que has actuado», relata este hostelero gijonés al que el Servicio Interdisciplinar de Atención a las Drogodependencias (SIAD) ha ayudado a encauzar su vida. «Vinieron unas chicas a los calabozos y me dijeron que me podían ayudar. Agradezco que lo hicieran porque yo no iba pedir ayuda a nadie. Siempre me decía a mi mismo "Mañana me pongo con ello" ... pero nunca lo hacía», relata Pedro.

Fue Estefanía García la que entonces le tendió la mano al hostelero y la que aún a día de hoy sigue pendiente de su evolución. Pedro fue condenado a cinco años de cárcel por tráfico de drogas pero que tiene la pena suspendida a cambio de no volver a consumir estupefacientes. La psicóloga trabaja desde hace ya varios años en el SIAD. Un servicio gratuito para los usuarios que la pasada semana renovó su acuerdo con el poder judicial y que sólo durante el año 2012 atendió en los calabozos de los juzgados de Gijón a 294 hombres y 35 mujeres. A todos les ofreció una salida del mundo de las drogas. Ana Secades es la responsable de un programa que lleva nueve años trabajando con los detenidos en la ciudad y que se basa en «el derecho a la reinserción». El mayor porcentaje de detenidos a los que atienden ha cometido delitos contra la salud pública como el que cometió Pedro pero, confiesan, «hay de todo». De hecho, los robos con fuerza y las lesiones siguen muy de cerca al tráfico de estupefacientes en la estadística de los detenidos que son atendidos por el SIAD.

Pedro presume de llevar ya muchos meses limpio pero no puede olvidar los años que le cambiaron la vida. «Yo tenía una vida muy saludable en todos los aspectos, me iba muy bien, tenía dinero, pero en menos de diez años acabé con todo», relata aún compungido. La Policía le pilló cuando compraba cocaína a uno de sus camellos habituales en un piso de Gijón. «No quise ni recurrir mi condena, empecé a trabajar y recuperé a mi familia», asegura. Este hostelero gijonés consiguió expulsar «al diablo» en apenas unos meses. «Los chicos jóvenes no tienen ni idea de lo que se están metiendo. Es mucho más dañino de lo que parece y acaba con todo. Cuando lo dejé pasé mucha ansiedad pero ahora lo veo todo de otra manera. Recuperé mi vida y estoy encantado de venir aquí siempre que me lo piden», concluye. Las trabajadoras del Servicio Interdisciplinar de Atención de las Drogodependencias de Gijón llaman a Pedro «por sorpresa» periódicamente para realizarle uno de los casi 3.000 análisis de orina que hace cada año a decenas de detenidos. El juez les encargó a estas trabajadoras que vigilaran a Pedro y a los que están en su misma situación para que no volvieran a consumir estupefacientes.

En el SIAD trabaja una técnico de laboratorio que realiza a día de hoy análisis a los 275 ciudadanos que tienen la «obligación» de deshabituarse de las drogas. Esta es una de las funciones de un servicio que también asume labores informativas y judiciales. «El primer contacto con la gente lo tenemos en los calabozos. Todos los días bajamos a ver a los detenidos que tienen problemas con las drogas y les informamos de nuestro servicio tanto a ellos como a sus familiares», cuenta Ana Secades. Una vez concluida esta primera toma de contacto los profesionales del SIAD ponen a disposición de sus usuarios todos los servicios asistenciales existentes.

«Tenemos que informarles de lo que hay y de como pueden salir del mundo de la droga y tenemos que explicarles a los jueces, fiscales y abogados cuál es la realidad en cada caso. Además podemos hace periciales a petición de los propios jueces, informes en los que acreditemos el grado de toxicomanía de los detenidos entendiendo siempre que sufren una enfermedad y que por eso se les debe tratar diferente», explica Secades haciendo hincapié en que «siempre tendemos a buscar una salida». Y todo a pesar de que, en ocasiones, hay recaídas que complican la situación «No vamos a dejar a nadie tirado, en algunos de estos casos la vuelta a las drogas en un momento determinado se pueden explicar», concluye Secades desde el despacho del SIAD. Una oficina en la que se observa con preocupación, por ejemplo, el aumento del consumo de tranquilizantes entre la gente más joven.

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