Fue la primera en peinar las olas gijonesas y aún sigue haciendo de las suyas en alguna tarde de domingo. La primera tabla de surf que se utilizó en la ciudad, ahora propiedad del gijonés Pepe More, un clásico de este deporte en la zona, mide más de tres metros de largo y pesa cerca de los veinte kilos. Lleva en uso por olas asturianas desde el año 1968, momento en el que su primer propietario español, Luis Fueyo, pionero del surf en Gijón, la adquirió en Francia, ya de segunda mano. «La construirían en torno a 1963», calcula el surfista.

Ambos, tanto Pepe More como Luis Fueyo, se definen como enamorados de este deporte. «Existen dos tipos de personas: a las que les gusta el surf y a las que les apasiona; y nosotros estamos en el segundo grupo», aclara More con una sonrisa. Fueyo va incluso más allá y señala el surf como su filosofía de vida. «He estado surfeando en sitios increíbles de Marruecos, Indonesia o México», señala, a lo que rápidamente More contesta: «Sí, pero al final pocos sitios te vas a encontrar tan buenos como Rodiles. Es lo más parecido al cielo del surf», sostiene el gijonés.

La trayectoria deportiva de los dos surferos va de la mano. El pionero es Luis Fueyo, que ya surcó las olas del Cantábrico allá por la época de los años sesenta. Lo hizo, claro, con esa enorme tabla de surf que se trajo desde Francia, aunque fue construida por una empresa inglesa. La tabla, que mide exactamente 3,30 metros y pesa unos 17 kilos, se la vendió a Pepe More hace ya veinte años. More, que se define como surfista de segunda generación de las playas gijonesas, comenzó su andadura por los años ochenta en playa España. «No le hablé a nadie que surfeaba allí, ni siquiera a mi hermano», apunta. A esto es a lo que llaman «secrets points». Son pequeños refugios que cada surfista guarda para sí, sin comentárselo a nadie más, para poder disfrutarlos sin compañía.

Y eso que desde hace unos años cada vez es más difícil encontrar zonas vírgenes en la región. El surf vive un despunte que poco se esperaban estos pioneros del deporte. «Cuando yo comencé nos tachaban de marginados y de drogadictos y ahora todos se mueren por pillar olas», indica More. Eso sí, en este momento ya no dudan del futuro que tiene este deporte. «Es una de las actividades que más dinero mueven, ya no sólo como ejercicio, sino por todo lo que lo engloba: ropa, complementos...», subraya Fueyo. No obstante, ninguno de los dos esconde tampoco su preocupación por los cambios del mar de San Lorenzo en las últimas temporadas. «Entre el dique que construyeron y la arena que eliminaron se forman muchas menos olas en la playa», se apena Fueyo.

No en vano para ellos el mar es media vida. «Sólo me encuentro bien de verdad cuando estoy en el agua», no duda en reconocer More, quien regenta una tienda de surf y es, a su vez, profesor de buceo y de natación. Lo mismo le ocurre a Fueyo. «Luis dormía en una furgoneta frente a la escalera 10 para despertar junto a las olas, pese a tener una casa cerca de la playa», comenta su compañero de vocación. Los dos continúan en la cresta de la ola, surfeando cada vez que pueden. «Ahora tengo una tabla de 2,20 metros, más manejable», explica Fueyo. Pepe More, sin embargo, sí se atreve con la grande. «Procuro sacarla de vez en cuando; me encanta surfear con ella. Todavía estuve hace varios domingos cogiendo olas». Y no siempre va solo, a veces lo hace acompañado de su perro, «un golden terrier de 35 kilos», como manifiesta orgulloso. No será raro, pues, encontrarlos en cualquier momento surfeando las olas asturianas con un traje de neopreno y una sonrisa de oreja a oreja.