Un galardón de justicia
Un ingeniero informático con 21 matrículas de honor en 30 asignaturas obtiene en los tribunales el premio fin de carrera que la Universidad le negó

Álvaro Fernández Millara, ayer, en el paseo de Fomento de Gijón. / juan plaza
J. MORÁN
Su expediente, con 21 matrículas de honor sobre unas treinta asignaturas, era sin duda el mejor del curso 2011-2012 en la Escuela de Ingeniería Técnica Informática de Oviedo, pero un laberinto de fechas y calendarios, más dos resoluciones desfavorables alejaron al mierense Álvaro Fernández Millara de recibir el premio fin de carrera.
«Lo peor de todo fue ver que otro alumno recogía en la fiesta de Santa Catalina el premio que me correspondía», relata este estudiante que hoy cursa en Gijón el segundo año del Master en Ingeniería Informática y que finalmente ha logrado, aunque por vía judicial, arrancar a la maquinaria administrativa de la Universidad de Oviedo el reconocimiento que se le debía.
La historia estaría cerrada si no fuera porque, vencida la Universidad en los tribunales, ésta se ha limitado a enviar a Álvaro Fernández Millara una fotocopia del diploma que acredita su premio con la indicación de que pase a recoger el original por un despacho en horario de oficina, de 9 a 14 horas.
«Que vaya a un despacho a recoger el diploma que tenía que haber recibido en el acto de Santa Catalina es una humillación y no voy a ir», sostiene Álvaro Fernández.
Los hechos arrancan en septiembre de 2012, fecha en la que este alumno había decidido presentar su proyecto fin de carrera, ya que era consciente de disponer hasta el día 20 de octubre para aspirar al premio que merecían sus notas. Ese tope del 20 de octubre estaba fijado por el reglamento de dichos premios.
Una vez presentado el proyecto y solicitado el título de ingeniero técnico en Informática de Sistemas, Álvaro Fernández Millara «esperaba ansiosamente la resolución de concesión del premio, que creía firmemente sería a mi favor».
Sin embargo, el receptor del galardón había sido otro alumno. Álvaro Fernández inició entonces sus indagaciones y descubrió que el compañero premiado tenía una calificación final de 2,22 puntos sobre 4, mientras que la suya era de 3,48. Sin embargo, la explicación que recibió de su Escuela fue que él estaba fuera de plazo.
Al haber presentado el proyecto fin de carrera en septiembre, era como si hubiese finalizado sus estudios en el curso siguiente, ya que, según el calendario, el curso 2011-2012 había concluido el 31 de julio. Pero eso se contradecía claramente con el reglamento de los premios y la fecha tope del 20 de octubre para aspirar a ellos. Además, el calendario de la Escuela establece en cada curso cuatro convocatorias para presentar el proyecto fin de carrera: diciembre, febrero, junio y septiembre.
El mismo día en que la Universidad publicó el nombre de los premiados, «interpuse un recurso de reposición, pero el rectorado hizo caso omiso». Ya en la víspera de día de Santa Catalina (26 de noviembre de 2012), Álvaro Fernández supone que «sería necesario emprender acciones judiciales», pero realiza un último intento de clarificación al solicitar al director de la Escuela «que comprobara si el mío era el mejor expediente, como había sospechado desde el principio».
Lo era, pero el director le dice que «no creo que tengas ningún problema en que el próximo curso tú seas el alumno que reciba el premio fin de carrera». No lo veía así Álvaro Millara: «No tendría problema con la nota, supongo, pero sí tendría un problema cuando alguien recurriera, y con razón». Ese alguien podría argumentar que Millara era del curso anterior, y «no me gustaría depender de la interpretación que le pueda dar un juez, arriesgándome a quedarme sin ningún premio».
El dos de enero de 2013 el Rector resuelve desestimar el recurso de reposición, «sin atender siquiera a los argumentos presentados», explica Millara, que asesorado por el abogado mierense Francisco Álvarez de la Campa decide presentar un recurso contencioso administrativo contra la Universidad.
En su fallo favorable al alumno, de 20 de mayo de 2013, la magistrada Belén Alicia López determina que Álvaro Fernández, pese a un conflicto de calendarios, había concluido sus estudios en el curso 2011-2012, y que el reglamento de los premios fin de carrera le amparaba totalmente.
La sentencia disponía que se anulaban las resoluciones de la Universidad y que había de repetirse la concesión del premio. La Universidad era condenada asimismo al pago de las costas procesales.
En consecuencia, la Escuela de Ingeniería Informática efectuó una nueva propuesta de concesión, «en la que se dedica más espacio a tratar de justificar la actuación previa que a la propuesta en sí», observa el alumno, que agrega: «No esperaba llegar a los tribunales, pero no entiendo por qué pensaron que lo iba a dejar así».
Pero, a día de hoy, la Universidad mantiene al otro alumno en la lista de premiados y no lo ha sustituido por Álvaro Fernández, a quien tampoco le ha abonado la asignación económica del premio, de unos 1.000 euros. El Alma Mater tampoco ha abonado las costas del juicio. Y lo que más le duele a Álvaro Millara: «Que me mandan a un despacho a recoger el premio en vez de entregármelo formalmente en el acto de Santa Catalina de este año o de cualquier otro».
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