«Es un inmenso placer volver a mis recuerdos, Gijón ha sido muy importante para mí». Con estas sentidas palabras se dirigió Raphael dirigió a un público gijonés que le aguardaba ansioso y que abarrotó el teatro Jovellanos en la tarde noche de ayer. Hacía más de quince días que en la taquilla se colgó el cartel de «no hay entradas». El veterano cantante, que parece haber firmado un pacto con el diablo, con una voz rotunda y una presencia envidiable, sigue levantando pasiones cada vez que se sube al escenario en esta nueva gira sin descanso y sin desmayo.

La villa de Jovellanos, que hace ya cincuenta años lo acogió por primera vez, no defraudó tampoco al artista de Linares: se desvivió por él, aplaudiendo a rabiar cada una de las viejas y jóvenes canciones que componen el ideario de esta gira. De negro, como es habitual, y cargado de gestos, el artista no defraudó en su gran noche gijonesa, nombre elegido para este periplo de conciertos, y que tendrá hoy continuación con un nuevo recital.

Acompañado de varios músicos talentosos, - no faltó el piano de cola situado justo en medio del escenario- Raphael comenzó su repertorio con el tema «Si ha de ser así» continuando con la archiconocida «Mi gran noche», que tarareó junto con el público; «No tiene importancia», «Los amantes», «Un gran amigo» y «Despertar el amor» fueron los siguientes títulos del inicio de la esperada actuación.

A partir de entonces, ya sin corbata ni chaqueta, Raphael se enfundó en uno de sus clásicos, el inevitable «Digan lo que digan», que enloqueció no solo al patio de butacas sino al aforo de fans completo. Después sonaron «Poco a poco», «Nada», Hoy mejor que mañana», Me estoy quedando solo»... y por supuesto un impresionante «Payaso».

Cuando sonaron los acordes de «Escándalo», ya ningún espectador quedaba quieto en su butaca. Tal era la comunión entre el artista y sus incondicionales, que los había de todas las edades. Así hasta cuarenta y cuatro canciones. Todo un récord que el artista bordó, dejando claro que su chorro de voz no ha perdido, con los años, ni un ápice de poderío.

Además de sus gestos, siempre tan imitados para bien o para mal, en serio o en broma; sus pasos de baile, sus miradas de complicidad con los asistentes al recital y elegante juego de luces que adornó cada una de las interpretaciones... todo ello en coctelera dejaron huella en la retina de unos seguidores entregados a su ídolo.

Hoy deleitará de nuevo un Raphael en plena forma y con cuerda para rato a sus fans asturianos, dispuestos a llevarse el grato sabor de boca de un fantástico directo. Muchos adquirieron para su colección el CD de la gira, que solo se vende en el vestíbulo de cada teatro al que el cantante acude.

Camisetas, bolsas, abanicos y fotografías son algunos de los productos del «merchandising» raphaeliano a la venta en el pequeño mostrador que se acondiciona antes de cada actuación y que desaparecen de él para ir al escaparate de los recuerdos que cada seguidor guarda del artista. Un artista o un showman en pacto permanente con el diablo.