Javier Mariscal, considerado como uno de los creadores españoles más versátiles y originales de las últimas cuatro décadas, miró ayer hacia sus orígenes artísticos, a principios de la década de los setenta, cuando publicaba en "El Rollo Enmascarado", "Star" o "Nasti de Plasti" junto a Nazario, Onliyú o Montesol: "El cómic vive ahora un momento muy interesante; es de los pocos géneros, o el único, del que salen propuestas de lenguaje muy innovador y de mucho más riesgo que las del cine o la literatura".

El diseñador, valenciano de 1950 pero muy vinculado a Barcelona (es el creador de Cobi, la mascota de los Juegos Olímpicos de 1992), recibió ayer en el XXXVII Salón Internacional del Cómic del Principado, que se celebró en Gijón, el galardón honorífico "John Buscema. Amar al Cómic". Compartió el galardón con el editor y librero francés Frédéric Manzano. La organización del certamen que dirige Faustino Rodríguez Arbesú entregó además, en el Centro Antiguo Instituto, los cotizados premios "Haxtur" de una edición en la que se rindió reconocimiento a la labor del dibujante gijonés Gaspar Meana, autor de "La Crónica de Leodegundo".

Mariscal confesó antes de recoger el "John Buscema", una distinción que no se entrega en todas las ediciones del Salón, que su sentimiento al recibir un premio es siempre de "ambigüedad". "Uno va de Groucho Marx, diciendo que nunca pertenecería a un club que le eligiera como socio, así que te quedas un poco parado y preguntándote: ¿cómo es posible? Se agradece, claro, porque más vale un beso y un abrazo a que te den una patada en el culo, así que simplemente se acepta y da uno las gracias". Cuenta que sigue haciendo algunas tiras gracias al programa "Dink": "Son los tebeos que dibujo ahora".

Al autor de la serie "Los garriris" y artista que va del interiorismo a la escultura, pasando por el diseño gráfico, le gusta que le presenten como artista multidisciplinar: "Cuando empezó a usarse esa palabra me sentí más querido y que ya no me insultaban". Ahora hace casas en Japón, uno de los países que admira su trabajo: "Me reprochan que no soy arquitecto, pero yo respondo que sí soy ama de casa".

Si se le interroga por las nuevas tecnologías desgrana una particular teoría en la que confluyen evolución y recuerdos de infancia: "Cuando era pequeño mis papás preguntaban en los hoteles si había agua caliente, ahora nadie lo hace; si un marciano me preguntara qué es la cultura, yo le diría que somos animales a los que mueve la aspiración de lograr un estupendo sofá para encontrarse bien". Y añadió: "Eso es la evolución". Y también: "Somos animales que necesitan innovar continuamente".

Mariscal relató que, por influencia de las creencias de su fisioterapeuta en una poderosa energía, ha empezado a reconsiderar su ateísmo: "Yo era un Diderot". Y si se pregunta si hay algo que no está dispuesto a diseñar, responde rápido: "El uniforme de la Guardia Civil o de cualquier Policía, ni siquiera a mejorarlo".

A lo que si está dispuesto es a colaborar de nuevo con el director Fernando Trueba. Ambos firmaron "Chico y Rita", nominada al Óscar en 2012 y premio "Goya" a la mejor película de animación. "Estamos con dos proyectos, pero tengo claro que no haré nada hasta que haya un buen guión". Pedro Almodóvar encargó el año pasado a Mariscal el diseño gráfico y el cartel de "Los amantes pasajeros".

Fue crítico con la política cultural del Gobierno de Rajoy: "Pretende que nuestra identidad social se diluya como si fuéramos una sucursal". Y también con la larga crisis económica y sus consecuencias: "Me ha pegado un palo terrible; ha sido desgarrador tener que despedir gente, personas que trabajan conmigo en el estudio y que son también Mariscal". Aseguró que comparte muchas de las reflexiones que el escritor Antonio Muñoz Molina, último premio "Príncipe de Asturias" de Literatura, ha volcado en su ensayo "Todo lo que era sólido". El novelista hila en ese libro, en el que no faltan las anécdotas de primera mano, un duro alegato contra los años de la burbuja inmobiliaria, el despilfarro y el silencio intelectual.