Después de cuatro años, Pablo Maojo ha vuelto a exponer sus esculturas en la sala Cornión. Treinta y dos obras que, bajo el título de "Alineados", en la tarde de ayer dieron el tiro de salida hacia sus respectivos destinos, aunque algunas tal vez logren acomodarse juntas ya que por su forma, tamaño y armonía bien pudieran convivir, compartir espacio, ofreciendo un conjunto estético de gran valor artístico. Sobre todo, la serie que servidora se atreve a denominar "celosías" está llamada a formar una bella asociación.

A partir de la madera como único material, pese al lastre de su peso molecular, Pablo Maojo consigue definir la ligereza, lo efímero de los sueños, el misterio de los silencios o la desolación de la muerte tras el estrépito de una explosión de grisú. En su conjunto es una obra nueva y muy singular, muy personal, que se sustenta en la audacia del juego de los espacios con total seguridad y consigue construir figuras llenas de ritmo y sugerencias. No hay curvas en sus definiciones, sólo líneas rectas dispuestas en una coreografía genial. En realidad son trampas para cazar los sentimientos que vagan en el ambiente, redes que pescan asombros, telas de araña que abrazan querencias o rencores. La figura denominada "Centrifugando" -se supone que su nombre está escogido al azar ya que dicho gerundio se traduce en una veloz sucesión de círculos- es un prodigio de ritmo geométrico; envidiamos a su destinatario. Las esculturas tituladas "Grapa" y "Plataforma" pudieran encerrar memoria y homenaje a su ilustrísima Joaquín Rubio Camín.

Por cierto, su viuda, Carmen Cotera, nunca falta a las convocatorias de la que fue sala predilecta de su esposo. A Pablo Maojo lo acompañaba parte de su familia, entre ellos su hermano Norberto Maojo. Y figuras del arte tan señaladas como Josefina Junco, Miguel Watio, que el próximo mes de junio tiene una cita en Cornión; Fernando Redruello, los escultores Guillermo Basagoiti, padre e hijo, con Alina Brow. Miguel Galano, Ramón Prendes, Edgar Plans, Miguel Mingotes... Gonzalo Suárez, no el cineasta, sino el hijo del gran Aurelio Suárez, Javier Victorero...