Cinco años sin Pedro Matías

"El tiempo pasa y seguimos igual", lamentan los familiares del joven desaparecido en la Campa Torres en 2009, al que aún busca la Policía

Pedro Matías Sánchez Riesco.

Pedro Matías Sánchez Riesco. / Lne

R. GARCÍA

Han pasado cinco años desde que aquel 26 de marzo de 2009 la comida se enfriara para siempre en el plato de Pedro Matías Sánchez Riesco. Aquel día su madre, Rosa Riesco, comenzó una angustiosa espera que aún continúa hoy y que confía en que algún día termine con una pista que le ayude a encontrar a su hijo, desaparecido cuando tenía 31 años. "El tiempo pasa y seguimos igual", lamentaba ayer Riesco, implorando porque no se cierre el caso y deshaciéndose en lágrimas, como cada día desde febrero de 2009.

La Policía Nacional no ha dejado de trabajar en la investigación. El contacto con la familia es constante y eso, asegura la madre del desaparecido, ayuda, al menos en parte, a sobrellevar la ausencia. "El Comisario Jefe Francisco López Canedo nos mantiene informados. Hace tiempo surgió una pista pero resultó ser falsa", explica esta vecina de la zona oeste, mostrando la fotografía del joven desaparecido con la esperanza de que caiga en manos de alguien que le reconozca, que pueda dar la pista definitiva o que al menos explique el enigma que ronda por su cabeza desde hace un lustro.

Poco tiempo después de que se denunciara la desaparición y de que esta gijonesa de adopción, natural de la localidad zamorana de Toro, se desplazara a la Comisaría para poner en conocimiento de los agentes la ausencia de su hijo, la mujer no dejó de repetir palabras que aún hoy mantienen vigencia. "No entendemos qué pudo pasar. Algo le han hecho, él no se hubiera ido sin decir nada", cuenta Rosa Riesco, argumentando que su hijo no desapareció en contra de su voluntad, que era "un chaval muy normal" y que "nunca se había metido en problemas". Tomó algo con sus amigos y desde entonces nunca más se supo. "Tuve que ir a la Casa del Mar a gestionar unos permisos, como estábamos cerca de La Calzada llamamos a Pedrín para tomar unas sidras y notamos que algo no iba bien, nunca le había visto así", comentó entonces el último amigo que vio a Pedro.

A Rosa le sigue dando un vuelco al corazón cada vez que se rescata un cuepor en la zona de la Campa Torres; o cada vez que un vecino le dice que "oyó algo". La esperanza de que vuelve a aparecer ese chico que vestía unos pantalones vaqueros, un chubasquero gris con una franja naranja y un jersey del mismo color con unos playeros grisis es lo único que no se desvanece.

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