San Pedro tropieza en el empedrado de Cimadevilla. Y si no fuera san Pedro serían los mayores y discapacitados que se desplazan en vehículos eléctricos, los cuidadores que empujan sillas de ruedas y los padres y las madre que hacen lo propio con carricoches. De ahí que el párroco de la Iglesia Mayor gijonesa, Javier Gómez Cuesta, pidiera ayer a las autoridades locales, en su particular parlamento festivo en el Campo Valdés previo la bendición de las aguas de la bahía de San Lorenzo, si no podría hacerse algo contra esos "'sanpietrini' de Cimadevilla que le dan un aire de antigüedad al barrio pero que hacen difícil y peligroso el rodaje. ¿No podrían alisarse los adoquines y rejuntarlos? Los de la Plaza del Marqués, que preside la estatua de Pelayo, quedaron muy curiosos y guapos", sugería el párroco. A su lado la primera autoridad local, Carmen Moriyón, escuchó sin dar respuesta.

"Qué razón tiene el cura. Lo de estas piedras no tiene nombre. Si vienes de tacón no hay quien camine y si empujas una silla es dificilísimo. Yo, si estuviera preparada, también me dirigiría a la Alcaldesa y se lo decía", apunta por lo bajo María Zapico, una veterana vecina de Cimadevilla, emocionada con una de las fiestas "más guapas" del año. "Hasta lloro de alegría", reconocía la mujer.

Y eso que en el Campo Valdés, aunque sonaban las gaitas de la Banda Villa de Xixón y los sones del coro Voces de Cimadevilla, no había ayer banderas y colgantes, ni lucían los farolillos de años atrás, según recordó Gómez Cuesta. "Tan importante ha sido siempre esta fiesta patronal que en las actas del Ayuntamiento se da fe que un regidor de la misma tenía encomendada la obligación de organizar el festejo". Entre las encomiendas del regidor estaba "recoger viandas de pescado y carne para repartir a los pobres y que la fiesta fuera para todos. Por eso los playos llevan un cromosoma más, el "s" de la solidaridad", contó el párroco.

Además de clamar contra el empedrado, y de ironizar con el carril-bici que ya llega hasta el Campo Valdés -"acabaremos viendo llegar a los novios en bici a la iglesia, y luego marchar juntos en calesa-bici tirada por ciclistas de élite"-, Gómez Cuesta también hizo alusión a la necesidad de que Gijón sea "creativa, soñadora, abierta, luchadora, fraterna, alegre y campechana". Que sea, así, "ciudad viva, con alma".

A San Pedro le pidió el cura "que bendiga el agua de esta bahía, para que tonifique y dé vigor a nuestro cuerpo y espíritu", y también que "nos devuelva la arena canela por la que es una gozada caminar". Con el "Gijón del alma" cantado a pulmón quedó bendita la bahía.