Dentro de 35 años, el 75% de la población mundial vivirá en núcleos urbanos. Esas aglomeraciones humanas acarrean numerosos problemas de gestión y el sonido no se escapa a esas circunstancias. Para atender esa problemática, desde Gijón, se han unido un fonografista y un ingeniero. Su intención es saldar la deuda con el sonido de una sociedad basada eminentemente en estímulos visuales. Esta es la raíz del último proyecto impulsado por Juanjo Palacios, artista, compositor y alma del "Mapa Sonoru" de Asturias y Javier Suárez Quirós, profesor en la Escuela Politécnica de Ingeniería de Gijón. En el trasfondo de tan singular colaboración está el ánimo de realizar una reflexión "desde lo técnico sobre el papel de lo sonoro" y explorar así el concepto de "paisaje sonoro" con la ciudad de Gijón como base del experimento piloto.

"El sonido es, en sí mismo, una herramienta de análisis potentísima", explica Suárez Quirós, y como ejemplo apunta que en Biología se emplea para la detección de especies marinas y en Ingeniería para el diagnóstico de máquinas pero, ahora, emerge además como paradigma de las "smart cities".

"Se trata de reivindicar un papel perdido del sonido", apunta el docente del área de Expresión Gráfica en la Ingeniería, cuya asociación con el fonografista Juanjo Palacios permitirá poner en marcha un prolijo estudio para concretar cómo armonizar el ruido para que pueda ser considerado como recurso. "No se puede reducir el confort acústico a la intensidad sonora", subraya Suárez Quirós al tiempo que apunta un primer paso de este ambicioso proyecto donde dan el salto de los mapas de ruido tradicionales, basados en la medida de decibelios, a "una cartografía aural", que no es más que una colección de mapas donde se analizar algo más que las propiedades de tipo acústico del sonido.

"Queremos ver qué produce esos decibelios y conocer su evolución a lo largo del día y de las estaciones para después, con una herramienta matemática, analizar ese sonido y las energías que lo componen", apunta, por su parte, Juanjo Palacios.

Tras la fase inicial de evaluación de las propiedades de tipo acústico de esos sonidos (intensidad, distribución de frecuencias, mezcla de frecuencias y cómo de "digeribles" son para el oído humano) se procederá a realizar un análisis de tipo psicoacústico, buscando las relaciones humanas con esos sonidos. Para ello, se ofrecerá a los ciudadanos que participen en el proyecto que definan con una serie de pares de adjetivo la sensación que le produce cada sonido para entender la receptividad de ese ruido al oído humano "porque el paisaje es la suma de lo que está sonando y lo que tú percibes", añade el fonografista Juanjo Palacios.

Cómo se relaciona el ciudadano con el sonido es la clave de este proyecto. "Influye mucho la situación personal y la actividad que estás realizando en el momento de la escucha", continúa Suárez Quirós, quien lamenta que "el lujo de la música barroca para despertar afectos se ha perdido". Por eso, el tercer aspecto que se medirá en el marco de este proyecto es el impacto emocional del paisaje sonoro, "porque nos han enseñado a ver y tener un criterio estético, visual, pero no sonoro", reivindican los impulsores del proyecto.

Ese salto de la recogida bruta del sonido con un sonómetro a cuantificar la respuesta afectiva de los ciudadanos en sustitución de los mapas de ruido tradicionales permitirá desarrollar una nueva metodología de interés no solo para las administraciones responsables de la gestión del espacio acústico sino que se convierte en un nuevo servicio de alto valor añadido que podría dar lugar a nuevos nichos de negocio.

"Ingenierías, consultorías medioambientales o gabinetes de arquitectura", apuntan Javier Suárez Quirós y Juanjo Palacios. "Las asociaciones de vecinos se muestran expectantes ante las consecuencias que puede acarrear la irrupción de nuevos estándares en la medición del ruido en las ciudades", advierten los autores del estudio.

Lo que se pretende, en definitiva, con este estudio del paisaje sonoro, es, además de brindar un papel activo a los ciudadanos en la medición de la carga afectiva del sonido, modular la percepción actual del espacio acústico para valorar su efecto sobre la psicología de las personas. La georreferenciación de los datos mediante sistemas de información geográfica "online" puede ser la base para crear a posteriori un servicio de vigilancia permanente del paisaje sonoro, promoviendo una nueva vivencia del espacio acústico urbano.

A las grabaciones en diferentes localizaciones de la ciudad, que ya han comenzado y el análisis posterior de los datos en el laboratorio se suma la organización de un curso de Extensión Universitaria sobre esta temática además de la presentación de un portal interactivo sobre la cartografía aural de la ciudad de Gijón.