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Soberano concierto y soberbia pianista

La OSPA dejó patente su calidad en el Jovellanos en un programa que incluyó "Una vida de héroe", de Strauss, y el concierto para piano n.º 3 de Prokofiev

El director de la OSPA, Rossen Milanov, ante los músicos, en el teatro Jovellanos. juan plaza

Mi devoción por Serguei Prokofiev nació a partir de su Sinfonía n.º 1, "Clásica", ese intento, según manifestaba el propio autor, de escribir lo que Hadyn hubiera podido componer si viviera en el siglo XX. Desde entonces he seguido con gusto sus obras. Dicen que en el Conservatorio de Moscú era costumbre que los pianistas al graduarse interpretaran una partitura de Beethoven, Grieg, o Chaikovski. Prokofiev sorprendió a todos tocando su propio Concierto nº 1, con el que consiguió un premio especial por su brillante ejecución, pese a la extravagancia de la obra.

Ayer, en el teatro Jovellanos, ante un público que malamente cubrió media entrada pudimos admirar a la OSPA, acompañada de la extraordinaria pianista Lilya Zilberstein, interpretando el Concierto para piano n.º 3 en do mayor, de dicho autor. Una obra de formidable inicio, donde la fuerza del piano asume valores de protagonista llevando la voz cantante durante toda la audición, algo que pone en valor el trabajo de la orquesta y su notable papel a modo de coral. Fantástica Lilya Zilberstein, un chica de aspecto sencillo pero dotada de un gran talento. El primer movimiento, absolutamente espectacular y festivo, de muy difícil ejecución, continúa con un tema muy delicado seguido de un vals que va derivando hacia una brillante conclusión. Todo ello ofrecido por una pianista en estado de gracia que consiguió entusiasmar al frío auditorio gijonés. Hoy en Oviedo, en un nuevo concierto patrocinado por LA NUEVA ESPAÑA, seguro que la arma, no es para menos. Personalmente sentí pena de que retiraran el piano de la escena.

Nuestra monumental Orquesta Sinfónica del Principado de Astruias se encaró después a una partitura del mismo rango, "Una vida de héroe", de Richard Strauss. Interpretada en cinco movimientos, ofrece una descripción general de la vida de un victorioso, que dicen, es el propio compositor.

A través de la elocuencia de la música vamos pasando por sus adversarios, su novia, el campo de batalla, la fanfarria del combate, la victoria, la paz del héroe, y su retirada del mundo en plenitud. Todo expresado en un estilo sereno, más próximo a Wagner que a los sonidos del siglo XX; Richard Strauss murió en 1949. Merece una especial ovación nuestro concertino, Alexander Vasilev en sus solos de violín, fantástico. Al final hemos de decir que asistimos a un soberano concierto, únicamente oscurecido por la poca afición que muestra la ciudad hacia la música clásica.

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