La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

la figura de la semana | Ana Menéndez Álvarez | Secretaria de la Hermandad de Donantes de Sangre

La sangre más viva de los donantes

La administrativa de la Hermandad local se jubila tras 25 años sin perder de vista un solo caladero de voluntarios

La sangre más viva de los donantes

"No vamos a encontrar otra igual, no la hay".

En la Hermandad de Donantes de Sangre de Gijón están aprendiendo a sobrevivir sin la auxiliar administrativa que en los últimos 25 años tuteló sus cuentas, agendas, actividades y que puso todo el don de gentes imaginable y la empatía máxima al servicio de la promoción de la donación altruista de sangre en la ciudad y los concejos limítrofes. Alcanzada la edad para la prejubilación, la gijonesa Ana Menéndez Álvarez ya no puede despegarse de la actividad que se le ha metido en el alma durante más de dos décadas, así que dejará la obligación laboral como oficinista y mujer para todo pero mantendrá la colaboración desinteresada con la Hermandad. Pero aún así, ese cambio va a notarse. "Es que su presencia era constante. Todo lo tenía en la cabeza", sostienen los allegados.

Se ríe cuando oye contar que no hay un donante que en estas décadas haya pasado por la sede de Gijón que a ella se le despiste. "Puede que no se acuerde del nombre pero sabrá si tien fíos, si la mujer estaba mala, cuánto hacía que no venía, si ascendió en el trabajo, si lu trasladaron... Si fuera policía secreta lo habría hecho mejor", relatan. Ana añade, para mayor verosimilitud de la historia, que cuando se cruza por la calle con caras conocidas "aunque no sepa el nombre probablemente me sé el grupo sanguíneo". Y ese marcaje de donantes nada tiene que ver con un interés desmedido o enfermizo por las vidas ajenas, es sólo la forma cariñosa que tiene esta gijonesa casada y madre de dos hijos de hacer sentir como en casa a quienes ponen su brazo para regalar su sangre, sin contrapartida, a los asturianos.

Asegura Ana Menéndez que estar tan cerca de los voluntarios y donantes le ha cambiado a ella la vida y le ha provocado reflexiones sobre la condición humana que está segura que le han hecho mejor persona. Pero la materia prima ya venía de fábrica. De hecho, quienes la conocen saben que se prejubila no por cansancio ni por ganas de dedicar más tiempo a caminar por las calles de Gijón y de cualquier parte, algo que le encanta, sino por dejar un puesto laboral a gente más joven, "que buena falta que hace".

En todo caso, ella ha cumplido de largo con el país, con 37 años cotizados desde que a los 17 años entró a trabajar en la oficina de La Campesina. Pasado el tiempo conoció el paro y el agobio de la inactividad, y cuando fue contratada por el Centro Comunitario de Sangre y Tejidos para la Hermandad de Gijón, al pasar delante de la cola del paro empezaba a rezar para que "no me volviera a tocar... es tan triste". Así que ahora es ella la que cede su sitio, aunque la fuerza y las ganas la sigan acompañando.

Paradojas de la vida, Ana Menéndez acabó dedicando su esfuerzo y familiarizándose con una actividad, la donación de sangre, que la primera vez que le tocó de cerca le dio repelús. Fue cuando su hijo Daniel tenía tres meses y enfermó de una bronquiolitis. Al pequeño hubo que ponerle una jeringuilla de sangre y viéndole a él tan "piquiñiín" y la jeringa tan grande, el pinchazo en la cabeza del bebé le provocó una impresión que no olvida. Tampoco se olvida del día que se arremangó para hacerse donante. Ya estaba trabajando en la Hermandad, pero lo de sacarse sangre no se lo había planteado. Hasta que llegó la petición de un padre que tenía a su hijo con un cáncer de testítulos y necesitaba aporte de sangre. Aquello le impactó y decidió que ella también daría la suya. Finalmente nunca ha podido hacerlo, por un problema físico de venas muy finas y malas de pinchar. Así que ella anima a la donación con la mejor de sus sonrisas. Y que nadie dude que lo seguirá haciendo.

Compartir el artículo

stats