Vigésimo quinto aniversario del cierre de Confecciones Gijón
Ike, una lucha obrera con mucha tela
Una muestra rememora el encierro de cuatro años de las trabajadoras en la fábrica textil y el conflicto por su clausura

Rosi Naveira, compartiendo sus recuerdos con antiguas compañeras. / MARCOS LEÓN
M. CASTRO
"Mi sobrino tenía 3 años y como los hijos de otras compañeras, estaba a veces con nosotras en el encierro, pero no se daba cuenta. Ahora, con 27, me decía que si no había estado un poco chiflada, hasta que le puse el vídeo que grabamos entonces. Cuando vio la cinta con las movidas, algunas muy duras, acabó llorando y diciéndome 'es increíble lo que hicisteis'". Rosi Naveira, una de las 277 trabajadoras que dejó en la calle el cierre de Confecciones Gijón (Camisas Ike) el 15 de junio de 1990, explicaba así la importancia que para ellas tiene la exposición que ayer se inauguro en el Centro de Cultura Antiguo Instituto para recordar aquella lucha obrera, que se tradujo en un encierro de cuatro años tras el cierre, protestas de todo tipo y manifestaciones en las que recibieron el apoyo de numerosos gijoneses. Unas 40 extrabajadoras de Ike participaron en la elaboración de la muestra, que se puede visitar hasta el día 16, cuando se celebrará un coloquio sobre aquel conflicto, en el mismo lugar, a las siete de la tarde.
Los antecedentes del cierre se remontan a la crisis del sector textil que llevó a un plan de reconversión puesto en marcha por el gobierno central en 1982. Ana Carpintero, representante de CSI en el comité de empresa de Confecciones Gijón y mujer del histórico sindicalista del naval Juan Manuel Martínez Morala, apunta que "se les llenó la boca diciendo que querían mejorar la innovación, la tecnología y el diseño. Dieron partidas millonarias sin ningún control para reorganizar las empresas. ¿Resultado? La pasta para los empresarios y para los currantes el despido". En una primera tanda, la fábrica pasó de tener más de 500 empleadas a 277, las que había cuando cerró.

Ike, una lucha obrera con mucha tela
Dos años antes del cierre, el empresario había vendido las acciones por un precio simbólico a "testaferros del Principado", sin que nadie le pidiera cuentas de a dónde había ido a parar el dinero público que recibió la empresa, añade Carpintero. La toma de control por la administración regional agravó el problema, según las antiguas trabajadoras. "Bernardina Santos, representante de USO en Ike en aquellos momentos, señalaba ayer que "fue una mujer, Paz Fernández Felgueroso (por entonces consejera de industria) quien cerró una fábrica de mujeres; por eso la recordamos tan encarecidamente". Esta mujer se pregunta por qué "se abrieron tiendas a todo confort en Gijón, Oviedo y Avilés, despilfarrando allí mientras nos debían salarios", unas deudas que luego tuvieron que reclamar en las subastas de bienes de la empresa. En una de ellas, en Madrid, conocieron a la jueza y hoy aspirante a alcaldesa de la capital de España, Manuela Carmena, apuntan.
La administración negoció con un empresario la compra de la fábrica, que no llegó a efectuar. Las protestas se sucedían y las trabajadoras se enteraron del cierre cuando estaban concentradas frente a la Comandancia de la Guardia Civil, donde habían llevado detenida a Esther Viña García, una de las mujeres más activas en las protestas, explican. La reacción fue salir en tropel hacia la fábrica e iniciar un encierro que se prolongó durante cuatro años y en el que las trabajadoras consiguieron aguantar en gran medida por la solidaridad popular, cosiendo en la fábrica y vendiendo los stocks de camisas a gijoneses que acudían a darles su apoyo.
Una lucha peculiar, como recordaban ayer sus protagonistas, en las que había compañeras que acudían "con tacones y faldas de tubo" a prender las barricadas de neumáticos para cortar calles o la autopista.
No tardaron en recibir el apoyo del movimiento feminista: "De alguna manera marcó un hito en la historia de Gijón, donde la reivindicación laboral era liderada por hombres", señala María José Rodríguez, de la Asociación Feminista de Asturias. Pero no todos las arroparon, como recuerda Bernardina Santos, que apunta que "al principio, en las manifestaciones había hombres y mujeres que cuando nos veían pasar nos mandaban a fregar. Luego nos ganamos el respeto de todo el mundo". Esta mujer recuerda la dureza del conflicto así: "Pasábamos de hacer camisas en el encierro para subsistir, a la calle para reivindicar y a casa a hacer las tareas domésticas. A veces nuestros hijos, pequeños, nos hacían sentir culpables porque decían que no habíamos estado en todo el día con ellos y alguna de nuestras madres no entendían que los dejáramos para estar todo el día en la calle; así estábamos de desquiciadas".
Ana Carpintero recuerda su situación: "Mi cría nació en plenas movidas y me metía en la iglesia de San José para darle el pecho en los bancos". Movidas más o menos convencionales. Convencionales como el corte de carreteras, encierros en el parlamento regional o los "escraches" al entonces presidente del Principado, Pedro de Silva, que residía cerca de la fábrica de la calle Balmes y que llegó a recibir un zapatillazo "y algún huevín" de las trabajadoras producto de "la impotencia y la desesperación", apunta Santos.
La cercanía del domicilio del presidente lo convirtió en una de sus principales dianas, pero no fue el peor parado. Al entonces alcalde, Vicente Álvarez Areces le reventaron la visita del entonces Príncipe Felipe al Ayuntamiento y también acudieron a la inauguración del Elogio del Horizonte. Como la Policía estaba pendiente de controlar la manifestación de las trabajadoras de Ike durante la inauguración del Elogio del Horizonte, un vecino de La Camocha con un conflicto personal se acercó a Areces "y le dio una hostia y eso nunca nos lo perdonó", apunta Santos. "A raíz de aquello Areces rompió la amistad que tenía con Luis Redondo", líder de CSI que junto a José Luis Iglesias, de USO, dieron todo su apoyo a las encerradas, agrega Carpintero.

Ike, una lucha obrera con mucha tela
Otros protestas fueron más pintorescas. Las trabajadoras "secuestramos un autobús" urbano", tomaron la embajada cubana en Madrid y se encerraron en un barco que descargaba en El Musel.
Llegaron a constituir sendas candidaturas a las elecciones autonómicas y municipales de 1991. Esther Viña encabezó la candidatura autonómica donde cosecharon 2.687 votos. Viña fue una de las cabecillas de las protestas. Ayer recordaba viejas historias junto a sus compañeras. "El día del cierre, vino Guardia Civil, desde La Camocha. Iban a pegarme y quitele el tolete a uno y díselo a una compañera. Me llevaron para Contrueces. Otro día pinté Ike en una de las lecheras de la Policía", recuerda mientras una compañera añade "y también les metiste un plátano en el tubo de escape".

Ike, una lucha obrera con mucha tela
Su memoria no sólo evoca las algaradas callejeras y tirantez con los políticos, sino también con los sindicatos, UGT y CC OO, que pronto se desmarcaron del encierro de cuatro años pactando un ERE mientras el grueso de la plantilla mantenía la protesta con el apoyo de USO y CSI.
Isolina Meana compara aquel conflicto con el de Tenneco, con mejor final. En el caso de estas trabajadoras, el despido fue el resultado. Luego, "cada uno salió como pudo adelante. Sólo recolocaron a dos en el Pryca", agrega. ¿Sirvió para algo aquella movilización? "Dimos la vara", contesta una de ellas.
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