"Tenemos que abrir de par en par las ventanas, por higiene, y que el viento se lleve a los impostores, los viejos y los nuevos. Éstos representan un gran salto hacia atrás, mortal de necesidad. Que los españoles seamos sensatos y no nos venezolemos". Ésta fue una de las reflexiones con las que Juan de Lillo concluyó ayer su presentación en el Club LA NUEVA ESPAÑA de Gijón de su libro "Memorias del tiempo perdido", en el que hace un repaso a la historia de Asturias desde los años 60, cuando comenzó a trabajar en LA NUEVA ESPAÑA, apuntando el estancamiento de la región.

Con críticas directas al sindicalismo minero que hizo que en Asturias el carbón fuera a la vez "nuestra vida y nuestra ruina", Lillo consideró que "Asturias fue la única región de una democracia occidental que vivió bajo la dictadura del proletariado".

Mientras otras comunidades autónomas se modernizaron, "Asturias, dirigida por 'El Jefe', porque así lo llamaban, renunció en 1984 a 600.000 millones de pesetas que le ofreció Felipe González para la paulatina transformación" económica, abandonando la minería del carbón, una solución que sí aceptó el País Vasco.

Esa es, en opinión del autor, uno de los motivos que llevaron al estancamiento de Asturias, que se trasluce en la reiteración de los motivos de los grandes titulares desde 1962 hasta nuestros días, que aluden a la crisis, a la reindustrialización y a las comunicaciones. "Medio siglo después, los titulares son los mismos", lo que motivó al autor para escribir el libro en el que relata "cómo y quiénes desviaron el rumbo de la región", plegándose a intereses ajenos a los asturianos para retrasar la variante de Pajares y la Autovía del Cantábrico, destinando millones a carreteras innecesarias y edificios que ahora permanecen vacíos o a los sobrecostes de El Musel y del Hospital Central, además de la "pura especulación en algunas zonas irrecuperables de Gijón".

Lillo opinó que llegamos a este punto porque "somos una sociedad bastante hueca" y además "nos maneja la más mediocre generación de dirigentes".

Juan de Lillo Cuadrado, que trabajó 25 años en LA NUEVA ESPAÑA, fue presentado ayer por el director del periódico en Gijón, Julio Puente, quien lo describió como "modelo de valentía e independencia profesional", del que dijo que está "colocado por méritos propios entre las mejores plumas, con los análisis más certeros", recordando que sus crónicas anunciaron con años de antelación "la corrupción más indeseable de un líder sindical".

Julio Puente también recordó que Juan de Lillo fue quien tomó la decisión y redactó el editorial que publicó Región al día siguiente del golpe de estado del 23 F, defendiendo la Constitución y el Estado de Derecho, posición que sólo marcaron seis diarios en España.

El libro fue presentado por el sociólogo Óscar Rodríguez Buznego, quien apuntó que pese a su repaso histórico, "el libro se deja bascular en cuanto puede a la realidad de la Asturias de hoy y la estructura de poder de su clase política".

Rodríguez Buznego explicó que es "una obra que el tiempo dirá lo importante que será para Asturias", en la que el autor realiza "una descripción piramidal del poder, un análisis de las técnicas que ese poder ha usado para abusar de los recursos públicos y la confianza de los ciudadanos y expresa su lamento por la ausencia en Asturias de liderazgos". Resumiendo, y usando las palabras del propio Lillo, el libro es "la historia de una decepción".