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La Casa Consistorial cumple 150 años

El edificio que acoge el Ayuntamiento de la ciudad se financió con fondos municipales y costó más de medio millón de reales, unas 125.000 pesetas de la época

La plaza Mayor, durante la proclamación de la II República. FOTO KLARK

Durante 2015 no faltan en Gijón conmemoraciones de carácter positivo que recordar. En marzo fue el 125 aniversario de la implantación del servicio de agua a domicilio, en junio se sumaron el centenario de la apertura en La Calzada del primer parque infantil de Asturias y el 25 cumpleaños el Elogio del Horizonte, el mes pasado hizo 55 años que la televisión llegó a la ciudad y a finales de año la EMA culmina medio siglo de actividad. Entre estos ejemplos y otros más, destaca especialmente los 150 años que cumple ahora el edificio del Ayuntamiento.

Por el mismo han pasado 73 alcaldes y dos alcaldesas y entre sus paredes se ha tratado, bien o mal, todo lo relativo al devenir del concejo desde las postrimerías del verano de 1865 hasta hoy. Valga esta efeméride para señalar algunos aspectos reseñables vinculados a la historia del edificio.

Superviviente

La sede del Ayuntamiento es el único recinto municipal anterior a 1865 conservado que mantiene su uso original, ningún otro edificio público anterior a esa fecha ha sobrevivido o sigue contando hoy con las funciones para las que fue creado. La actividad en el inmueble durante este siglo y medio sólo se ha visto parcialmente interrumpida en tres ocasiones: durante la guerra civil tras resultar dañado por los bombardeos y durante las reformas internas efectuadas a comienzos del decenio de 1960 y del presente siglo.

Un reto urbanístico

A mediados del siglo XIX se abordó la creación de un nuevo espacio público, la plaza Mayor, presidido por la nueva Casa Consistorial. Fue la primera gran obra de cirugía urbana que conoció la ciudad.

El proyecto estableció la creación de una plaza asoportalada pensada para que en los bajos de sus edificios se desarrollase cómodamente la actividad comercial, quedando su flanco oriental presidido por el nuevo Ayuntamiento que también hace frente al Campo Valdés.

Una obra inconclusa

El proyecto de la plaza Mayor nunca llegó a terminarse al quedar sin ejecución su lado norte, si bien llegaron a plantearse diversas propuestas para culminarlo, la última en la década de 1970. Tampoco se construyeron los dos pasos cubiertos que unirían el soportal del Consistorio con el resto de la plaza. Aun hoy puede observarse en la planta baja de las fachadas laterales del Ayuntamiento las pilastras sobre las que debían disponerse los arcos correspondientes a dichos enlaces frustrados.

Paternidad múltiple

En 1858 el Ayuntamiento encargó el proyecto al arquitecto Andrés Coello, conocido en Gijón por la excelente obra del primer teatro Jovellanos, quien realizó rápidamente una primera propuesta que quedó aprobada a finales del mes de agosto.

Durante el periodo de tramitación administrativa y económica para la construcción del nuevo Consistorio, que se dilató durante tres años, el proyecto inicial fue sucesivamente modificado, primero por el arquitecto provincial Luis de Céspedes y a continuación por el arquitecto municipal Lucas María Palacios. Como consecuencia la plaza, inicialmente de planta trapezoidal, pasó a ser rectangular y el Ayuntamiento, en origen un bloque cúbico, aumentó su tamaño y altura, mientras su exterior academicista se tornó más ecléctico.

El único sitio posible

La creación de la plaza Mayor conllevaba la reordenación de espacios públicos y privados, modificando alineaciones y efectuando expropiaciones. Para poder comenzar las obras del nuevo Ayuntamiento con los menores trámites posibles sólo quedaba disponible el espacio más próximo al mar, ocupado por la fuente de La Plaza -donde terminaba el acueducto de La Matriz- y el primer mercado público que tuvo Gijón pero todo ello asentado sobre suelo municipal. En 1860 se culminó el traslado de la fuente y del mercado, dejando el terreno libre para iniciar la construcción.

Orgullo

La nueva sede del Ayuntamiento se financió exclusivamente con fondos municipales, lo que exigió la emisión de un empréstito por un importe total de 400.000 reales de vellón. La decisión de aumentar el tamaño del edificio repercutió en el gasto previsto, haciendo precisas nuevas aportaciones y creando tiranteces con el contratista, retrasándose el abono de la totalidad de la obra hasta 1867. El coste final, debido a cambios y a añadidos, superó el medio millón de reales, unas 125.000 pesetas de la época.

En todo caso, la única placa conmemorativa que se instaló en la fachada -omitiendo la costumbre de incluir el nombre del soberano reinante, en este caso Isabel II- sólo cita orgullosamente, junto al año del fin de las obras, el hecho de que la edificación se pagase con fondos propios.

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