Aunque la procesión vaya por dentro César Asenjo Abascal, más conocido por "Cabrales" -por su procedencia del concejo oriental (aunque nació en la localidad llanisca de Quintana)- mantiene una presencia impoluta. La que le permitió festejar el pasado lunes sus 104 años de vida, según su carné de identidad, ya que en realidad nació el 27 de julio de 1911, pero su nacimiento está fijado en el día 17 de agosto de ese mismo año. Aunque algún que otro achaque hace que hable algo menos que antes, su ilusión por seguir disfrutando de la vida sigue intacta. Paseo, partida de tute y café con magadalenas sigue siendo su ritual de vida.

"El secreto es no beber ni fumar y cuidarse mucho. Y comer bien", señala Asenjo, que recuerda cómo en su juventud apenas podían elegir menú y por eso ahora le encantan los cocidos para comer y disfruta de lo lindo con su pequeña perdición: los dulces. "Me encanta el arroz con leche", señala.

Es cierto que un pequeño susto, con una insuficiencia respiratoria hace un par de meses, le ha hecho perder algo de agilidad, memoria y musculatura mientras estuvo ingresado en una residencia para el periodo de rehabilitación. Pero aún sigue con su buena presencia, sonrisa y su buena memoria. "Lo importante es poder seguir disfrutando de su presencia. Está mejor que yo incluso, que me quejo de dolores mucho más que él", afirma con una sonrisa su hija.

Este llanisco, que lleva más de medio siglo viviendo en Gijón, reside en la actualidad junto a su hija, María Isabel Asenjo, en Nuevo Gijón. Nació en la localidad llanisca de Quintana, con diez años se trasladó a Ortiguero (Cabrales), donde se casó con Francisca, de la que lleva viudo 22 años. Su madre se murió cuando tenía solo seis años, por lo que se crió junto a su padre y sus seis hermanos. Ahora además de con su hija vive también con un nieto. Y está muy vinculado a sus sobrinas y sus descendientes. "Celebramos sus años con una gran fiesta. Como cada año que cumple y los que le quedan", afirma la hija.

Si antes del verano aún bajaba solo a la calle y paseaba por el barrio, ahora lo hace acompañado de Josefina Ríos, su cuidadora. "Me gusta mucho echar la partida de tute, brisca o dominó. Nunca tuve tiempo libre, siempre dediqué mi vida entera a trabajar", relata. Además otra de sus aficiones son los partidos de fútbol. De su Sporting y de su Madrid.

Su vida estuvo siempre vinculada al campo, con ovejas, vacas y una quesería en Cabrales, en la localidad de Tielve, en la que vivió antes de ir a vivir a Gijón. "Hacíamos entre dos y tres kilos cada día", recuerda. Porque César Asenjo siempre destacó por ser una persona trabajadora, cuidadosa consigo misma y con los que rodeaban, y muy arraigado al oriente. Y eso que también le tocó sufrir. Desde los 26 a los 33 años estuvo en la cárcel, a su hija solo la disfrutó un par de meses y no la volvió a ver hasta que tuvo siete años. Y todo por la denuncia de una vecina, "por rojo", que le hizo ser un prisionero político y llegar a vivir momentos duros en la cárcel, que ahora, con el paso de los años y algún que otro achaque empieza ya a olvidar. Pero los buenos momentos vividos durante más de un siglo siguen intactos en su cabeza.