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La legión romana apunta a Noega

Las asociaciones Minerva-Mere y Kérberos organizan en la Campa Torres una recreación histórica sobre los modos de vida civil y militar de la época de Augusto

Sobre estas líneas, escudos de defensa de un batallón. A la izquierda, arriba, dos voluntarios preparan el escorpio para un lanzamiento; debajo, mujeres recreando una escena de la vida en el campamento. M. LEÓN

En menos de cinco minutos todo un batallón romano tenía que ponerse en pie de guerra para evitar cualquier avance enemigo. Para lograrlo existía una cuidada estructura en sus campamentos que permitía que "al toque de corneta" todo el mundo se presentara en su puesto y listo para defenderse, explica Víctor Vega, secretario de la asociación histórico-cultural Minerva-Mere que junto al colectivo Kérberos realizó ayer una recreación histórica sobre los modos de vida civil y militar en la época romana en Gijón, la antigua ciudad de Noega. A esta actividad, incluida dentro de las Jornadas Romanas en la Campa Torres, se sumaron una gran cantidad de familias que disfrutaron con sus retoños de una sesión de "arqueología experimental" como definieron la actividad desde la asociación Minerva-Mere.

"Mamá, ¿cuándo se fueron los romanos?", preguntaba nada más iniciar la visita junto a la recreación de un campamento militar romano el pequeño Javier Soto, de 7 años, cogido de la mano de su hermana Silvia, de 4. Tan fidedigno resultaba el remedo de la presencia de las legiones en la época de Augusto en el Principado que los niños no daban crédito a que aquel campamento tuviera millones de años de antigüedad. "Una sola legión estaba formada por 6.000 hombres y cada ocho militares había un esclavo", indicó Vega. Esas unidades de ocho personas conformaban lo que en época romana se denominaba contubernio, que no era otra cosa que la unidad básica del ejército romano que convivía en una pequeña tienda con sus uniformes, armas y utensilios de cocina. Esa organización de los campamentos llevó a los riojanos Amaya Guinea y Javier Guillón a especular sobre las opciones que existían para el descanso y ocio. "Unos dormían de día, otros salían a recoger leña y otros hacían la comida", aclaró el secretario de Minerva-Mere. Pero si algo atrajo la atención de los visitantes fue la exhibición del funcionamiento de armas de la época romana habilitada al borde del acantilado.

"No nos termina de funcionar", reconocieron los responsables de la demostración de artillería. El montaje, pruebas balísticas y utilización de las réplicas de un escorpio y un onagro -empleados ambos para el lanzamiento de proyectiles de diferente tipo- obligaban a trabajar a un equipo de diez personas de forma continuada durante dos horas. "Y hasta el décimo disparo no alcanza su potencia máxima", continuaron los organizadores, "se está probando como en la época romana, esto sí que es arqueología experimental pura y dura".

El onagro, que funcionaba a imagen y semejanza de una catapulta, se cargó ayer con bolas de petanca para la exhibición. Para evitar males mayores, aclararon. Y para evitar también cumplir con el principio de esta unidad armamentística que según Vitrubio cogía su nombre de un asno salvaje y su peligrosa coz "que lanzaba piedras hasta aplastar el cráneo y los huesos de sus perseguidores". A diferencia de los romanos, ayer no se utilizó como elemento tensor tendones de vaca trenzados o crin de caballo, sino una soga de yute. Además, el onagro también hacía gala de un potente retroceso, lo que permitía alcanzar disparos óptimos en distancias de hasta 400 metros. La dificultades de recreación del proceso completo únicamente permitieron alcanzar 150 metros a plena potencia.

El escorpio, otra de las estrellas de la exhibición armamentística, "arrojaba proyectiles a dos metros de longitud que podían atravesar a seis personas", anunciaron los responsables de Minerva-Mere. "Haciendo blanco se podía conseguir algo así como una brocheta humana", bromearon algunos de los participantes.

Los ejércitos profesionales de la época romana también se acompañaban de arqueros, que construían su material de defensa con astas de animales. La afición a la caza, sin embargo, no se traducía de igual manera en la alimentación pues "hubo alguna legión que se sublevó porque en algún momento les dieron demasiada carne", explicaron los romanos instalados ayer en Noega.

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