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MARÍA LUISA TORCIDA | Ilustradora y profesora, acaba de publicar "Imaginario"

"Soy una currante de la ilustración, lo de artista me suscita mucho respeto"

"Me encanta mi trabajo, tanto que hasta tengo un problema en las piernas por el montón de horas que paso sentada dibujando"

María Luisa Torcida. ÁNGEL GONZÁLEZ

Algunos de sus alumnos de la Escuela de Artes de Oviedo aprendieron las letras en los mucho libros, más de un centenar, que ha ilustrado. La asturiana María Luisa Torcida (1963) se ha convertido, desde Gijón, en una de las grandes damas de la ilustración española. Algunos de sus trabajos, atentos siempre a los métodos didácticos y al material escolar, han vendido miles de ejemplares y ha colaborado con las principales editoriales. Son más de treinta años de andadura, desde que publicó en 1985 "Un dragón en mi cartera". Por esa trayectoria, le acaban de dedicar una exposición en Córdoba. Y, además, tiene reciente "Imaginario, de la A a la Z", un "pequediccionario" editado por Bruño, su sello de los últimos años.

-Más de tres décadas dedicada a la ilustración, como han recordado desde Andalucía...

-Resumir treinta años de trabajo... Me gusta mucho lo que hago y, además, veo que la gente lo disfruta, aunque no siempre me lo digan.

-Ha preferido la ilustración dirigida a los niños. ¿Por qué?

-Yo dibujo, aunque es cierto que he enfocado mi trabajo hacia los niños. Los cuentos me han gustado siempre mucho. ¿Por qué? No lo sé. Y me gustan los niños. Todas las películas que yo veía de niña, aquellas de Walt Disney, empezaban con un libro. Quizás sea que mi manera de vivir cosas sea esa, dibujando.

-Alguna vez me ha dicho, sin embargo, que empezó en la ilustración casi por casualidad.

-Yo dibujaba desde muy niña. Cumplí los seis años en un internado y recuerdo que pintaba en la pizarra pasteles, porque no me podía permitir nada. Mis hijos han vivido en la opulencia si miro hacia mi infancia. A veces creo que el dibujo ha sido mi método de evasión. Después fui aprendiendo a contar cosas.

-¿Cómo empezó a publicar?

-Eso sí fue una casualidad. Estaba en la Facultad de Bellas Artes (Escuela de San Fernando, en Madrid) y tenía mi cuaderno, como todo el mundo, pero lleno de bichos, personajes... Ni sabía que existieran editoriales que se dedicaran a publicar libros ilustrados para niños. Fue un compañero el que me llevó a las editoriales para las que él trabajaba. Me dijeron que tenía madera, y como soy tozuda, pues volví. Aún me reconozco en mi primer libro, abigarrado, hecho con lápices de colores porque de aquella no estaba aún muy suelta con la acuarela.

-¿En qué se reconoce?

-El color, por ejemplo. Creo que he cambiado poco, en mi manera de pensar y hasta físicamente.

-Lo que sí ha cambiado en estas tres décadas es el mundo de la ilustración...

-Sí, éramos muy poquitos dibujantes. Han cambiado mucho los medios y se publican muchos más libros. En España hay una cantera de ilustradores fantástica. Creo que dubujamos muy bien. En la España de los ochenta estaba todo por hacer, así que mi generación tuvo esa suerte.

-¿Y el cambio tecnológico?

-Recuerdo tener que comprar un Mac de urgencia, que costaba una barbaridad, para hacer un método de preescolar. Aprendí rápidamente. Yo soy una currante de la ilustración, no una artista, que es palabra que me suscita un gran respeto. Hay trabajo, imaginación, ternura.

-Y talento.

-Eso sí. Me siento más vinculada con el arte, fíjese, cuando dibujo del natural. Ahora bien, me siento una privilegiada por ser una ilustradora. Me encanta mi trabajo, tanto que hasta tengo un problema en las piernas por el montón de horas que he pasado sentada, dibujando.

-¿Y cómo compagina la ilustracióncon la tarea docente?

-No hubo más remedio. En España, hoy por hoy, la ilustración de libros no da para comer. Aún tengo que discutir cada uno de los contratos, porque yo reclamo la autoría compartida con los responsables de los textos. He defendido con mucho celo mis derechos. En Francia estamos mucho más considerados; en el mundo anglosajón es una profesión de altura, y en Japón nos equiparan a los grandes actores. Aquí, en España, no.

-¿A qué se debe?

-Creo que a España le queda mucho por leer, por trabajar, por legislar...

-Pero hay cada vez una mayor atención hacia el libro ilustrado, más editoriales y librerías especializadas.

-Sí, hay un sector del libro infantil e ilustradores que hacen ya auténticos cuadros, con un virtuosismo técnico excepcional, que son trabajos para adultos. Y está el auge del cómic, de la novela gráfica.

-¿No le ha atraído la novela gráfica?

-Me encanta, me gusta muchísimo, pero creo que no estoy preparada para hacer una.

-¿Después de más de treinta años de profesión?

-Me gustaría hace algo como "Mafalda", que me apasiona. No lo he intentado, más allá de algún guiño. Son lenguajes distintos y tiene su propia distancia. La verdad es que trabajo tanto que no me da tiempo a pensar si quiero hacer una cosa u otra. No he parado de dibujar y publicar.

-Si hacemos una media salen más de tres libros al año.

-En 1997 llegué a publicar seis o siete libros, trabajé muchísimo. Era una máquina de dibujar. Puedo dibujar a la velocidad que hablo. Lo primero que hago es un garabato y, a partir de ahi, surge todo. Ramón y Cajal decía que los dibujantes somos grandes obervadores. Yo he descubierto muchas cosas de mí misma dibujando. El dibujo tiene unas pautas, un vocabulario, unas consideraciones. Estoy convencida de que es también un método de conocimiento.

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