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JOSÉ ANTONIO GARCÍA | Médico de Urgencias y vicepresidente de Semes-Asturias

"Es peor comunicar algunas enfermedades devastadoras que una muerte"

"Al donar mucha gente siente alivio porque sabe que los pulmones o el corazón de un familiar van a volver a dar vida a alguien"

José Antonio García, ayer, tras su ponencia en Cabueñes. ÁNGEL GONZÁLEZ

"Mejorar la formación de médicos y enfermeros en la detección de donantes, su mantenimiento y la comunicación de malas noticias". Ese el objetivo que persigue José Antonio García (Oviedo, 1966), médico de Urgencias del HUCA y vicepresidente de la Sociedad Asturiana de Medicina de Urgencias y Emergencias (Semes), con el II Curso de donación de órganos y tejido que ayer se impartió en el Hospital de Cabueñes.

-¿Es común tener decidido ser donante?

-En los países mediterráneos no mucha gente hace testamento de voluntades anticipadas, en cuanto a qué cuidados quiere que le hagan al final de su vida. Aunque cada vez hay más gente con carné de donante o que comenta con la familia qué piensa al respecto.

-En una cultura como esta, que vive de espaldas a la muerte, ¿cómo se consigue que la gente done órganos y tejidos?

-El porcentaje de negativa a donar en Asturias es bajo. Una cosa es que no se piense en ello y otra que llegado el momento, si se hacen bien las cosas, no se reflexione. Mucha gente siente alivio porque sabe que los pulmones o el corazón de un familiar van a volver a dar vida. Produce cierto consuelo. España es el país del mundo que más donaciones por millón de habitantes tiene y Asturias está por encima de la media nacional. Eso demuestra que somos solidarios.

-¿Cómo se da una mala noticia a un paciente?

-Es útil tener un esquema pero hay que adaptarlo a cada circunstancia, a cada enfermedad y a cada paciente. Preparar la entrevista, conocer qué sabe y cuánto quiere saber el paciente, comunicarle la información, responder a sus reacciones y preguntas y diseñar un plan terapéutico del que sea partícipe. Debes adaptarte al paciente, la persona que recibe la noticia nunca lo olvidará.

-¿Lo hacen todos los médicos o hay quien escurre el bulto?

-Lo habitual es que si es tu paciente le des la información, forma parte del trabajo. Hay gente que lo pasa realmente mal y busca delegar en alguien. Incluso quien se aparta de la práctica clínica y pasa a la investigación o gestión porque les resulta insoportable emocionalmente dar esas noticias.

-Esto no se enseña en la Universidad. ¿El movimiento se demuestra andando?

-Las habilidades de comunicar de los sanitarios se valoran como algo importante desde hace poco. Para ser mejores profesionales, además del tratamiento y el diagnóstico, se debe lograr que el paciente se implique, ayudarle a integrar la información en su vida. La comunicación es mucho más que decirle lo que tiene, es transmitir cómo conseguir que siga adelante. Para eso están estos ciclos.

-¿Qué técnicas se aconsejan?

-Que sea un proceso individualizado, en ambiente tranquilo y sin prisas, adaptar el lenguaje y huir de los tecnicismos. También dosificar la información y, sin mentir, abrir una puerta a la esperanza y no ser taxativos con los pronósticos.

-No pueden mentir al paciente. ¿Cómo se modula la verdad?

-Mentir, ni es ético ni adecuado. Si mientes pierdes la confianza y colaboración del paciente. Hay formas de contar las cosas sin mentir. Depende de hasta dónde quiera llegar el paciente, la profundidad de conocimiento que quiera tener. Él dirá, a través de sus preguntas, cuánto quiere saber. Siempre debemos dar un mínimo básico de información veraz. Lo más complicado son las familias que quieren ocultar la información al paciente por no dañarlo. Es lo que más problemas causa.

-¿En qué casos se puede dañar al paciente si se le informa?

-Son los menos pero, a veces, nos agarramos a eso para no entrar en conflicto con las familias. Por ejemplo, alguien con enfermedad grave de corazón o con un problema psiquiátrico que no es capaz de manejar la información. A veces hay conflicto con las familias que te dicen "como se lo digas a mi padre te voy a denunciar". Es una concepción paternalista, pero si el paciente insiste no hay más, le tenemos que dar la información.

-¿Cómo afrontan las amenazas de denuncia?

-Son los conflictos del día a día. Te agarras a la legalidad y a los principios de ética que manejamos. El titular de la información es el paciente. Siempre.

-Si un enfermo se niega a contarlo y su enfermedad es contagiosa, ¿pueden prevenir a la familia?

-Es otro conflicto ético legal importante. Sólo en casos de salud pública puedes tomar medidas en contra de lo que diga el paciente. Por ejemplo, si tiene una tuberculosis bacilífera y no quiere ingresar ni tomar el tratamiento puedes ingresarlo a la fuerza y asegurarte que no contagia a más gente. La información es del paciente y con ello, una vez la conoce, también la responsabilidad. Si por ejemplo tiene VIH, y va a tener relaciones sexuales debe protegerse, se lo dices, pero hay gente que no lo considera. Ahí es su responsabilidad.

-¿Es peor dar noticias de enfermedades o de muertes?

-Hay enfermedades que son peores que la muerte. Enfermedades devastadoras en las que sabes que el camino final va a ser muy duro. La gente que maneja ese tipo de enfermedades debe tener una cierta pasta para dar la información y, más duro todavía, para acompañar al paciente en ese trayecto sin salida. Emocionalmente exige mucho a los profesionales y no todo el mundo vale para ello.

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