"En esta mesa del Café Central mantuvo animadas tertulias el gran periodista gijonés Juan Ramón Pérez las Clotas", reza en la placa estrenada ayer para recordar, en el establecimiento hostelero al que acudió durante años, al gacetillero ilustre, director que fue de este periódico, cuando se cumplen cuatro años justos de su fallecimiento.

En un rincón del local próximo a la escalera, donde Juan Ramón se sentaba cada día "para evitar las corrientes" de la puerta giratoria del café, bajo un espejo, en torno a una mesa rectangular de mármol y al acomodo de un sillón rojo de dos plazas, los amigos del maestro de periodistas glosaron ayer su figura. Y él como si estuviera allí, pues una caricatura del personaje facilitada por LA NUEVA ESPAÑA de Gijón y una fotografía de sus años postreros que ilustró uno de los últimos reportajes sobre su azarosa vida en el diario de su ciudad, gobiernan el esquinazo en el que Clotas hizo también magisterio del ejercicio de la conversación animada, amena, y en ocasiones socarrona.

Alfonso Peláez, contertulio del que fuera decano de los periodistas gijoneses, recordó, en un breve parlamento, al personaje. "Yo me babo hablando de Juanra. Fue un padre y un gran amigo para todos nosotros, un gijonés ilustre, un buen hombre y un gran periodista". A cierta distancia asentía Ramón Artime "Garrucho", amigo fiel de Clotas desde tiempos inmemoriales, a quien una impertinente afonía impidió tomar la palabra, pero no emocionarse hasta casi bordear las lágrimas.

El cura Alberto Torga se refirió, por su parte, a un hombre ingenioso y culto de "memoria prodigiosa a quien nunca oí hablar mal de nadie. Como mucho se quejaba de los pelmazos...". Y así todos los compañeros de la tertulia del Hotel Asturias, congregados en torno al rectángulo de mármol: Luis Antuña, Genaro Palacio, José Carlos San Martín, Nacho Torres, Nacho Menéndez, Gabino Vigil, Tino Muñoz, José Antonio Samaniego, Eugenio Santamaría...

El propietario del local, Javier Argüelles, explicó que "el de la placa era su rincón preferido, aunque si estaba ocupado se sentaba en otra mesa, siempre donde no hubiera corriente. Ni en los últimos años, cuando ya estaba muy malín, le escuché quejarse de su enfermedad. Venía con Canellada y con Bardales, al vermú, también con Garrucho y le encantaba que le preparáramos un dry martini, cuando aparecía por Gijón Arturo Fernández". Y no desdeñaba la menestra que cocinaba la mujer de la casa, Esther Calles. "En esta casa guardamos a Juan Ramón un respeto reverencial. Este sencillo detalle", concluyó el hostelero, "no es más que una sincera muestra de agradecimiento".