Silvia Hernández Álvarez y su pareja -el hombre acusado de acabar con la vida de ella, apuñalándola en la vivienda que ambos compartían en Roces-, acumulaban en los archivos de Comisaría de la ciudad hasta trece detenciones por acusaciones mutuas de malos tratos en el ámbito doméstico. Los juzgados llegaron a imponer tres órdenes de alejamiento entre ambos. Unas órdenes que fueron sistemáticamente incumplidas. La Policía Nacional había acudido, de hecho, hasta en cinco ocasiones en los últimos seis años a la vivienda en la que tuvo lugar el brutal asesinato. Nunca a petición de los protagonistas del dramático suceso. Siempre fueron los vecinos los que alertaron de los episodios de violencia que con cierta frecuencia se producían en el interior del piso de la calle Carpinteros.

Los problemas comenzaron, según fuentes cercanas a la investigación, en agosto de 2012, mes en el que Silvia Hernández y su pareja pisaron por primera vez las dependencias policiales de El Natahoyo como detenidos. Los agentes que se encargaron de esta primera intervención aseguraron en su informe que ambos arrestados presentaban hematomas y heridas. Se les consideró a los dos responsables de la trifulca. En aquel momento la hija del ahora procesado vivía con la pareja. La niña tenía 12 años y acabó marchándose a casa de su abuela para evitar la violencia que se vivía en el domicilio paterno.

Los malos tratos se reanudaron en febrero de 2013, cuando el hombre ahora encarcelado por asesinar a su pareja intentó estrangular a la mujer. Silvia Hernández -que tenía reconocida una pensión por padecer una discapacidad del 72 por ciento-, confesó a los policías que comparecieron en el domicilio que su novio, además, le había estrellado el móvil contra el suelo. El procedimiento judicial no siguió adelante finalmente por la negativa de la víctima a repetir las acusaciones en sede judicial. El juzgado sólo pudo imponer una orden de alejamiento entre ambos que tanto él como ella incumplieron apenas cuatro meses después.

En junio de 2013 la Policía Nacional volvió a detener a Silvia Hernández y a su pareja. Los vecinos de Roces habían vuelto a alertar de los gritos y los golpes que se escuchaban en el piso en el que convivían los dos protagonistas de esta truculenta historia. Ambos presentaban lesiones pero, en esta ocasión, tampoco quisieron denunciarse.

Tres meses después, en septiembre, la pareja sumó su tercera detención por otro caso de violencia doméstica. Los sanitarios de emergencias médicas tuvieron que atender en esa ocasión al presunto asesino detenido el pasado fin de semana. Después de este episodio violento hubo un período de calma. El ingreso en prisión durante varios meses del acusado hizo que en el piso de la calle Carpinteros no se volviera a vivir una escena de violencia doméstica hasta mediados de julio de 2015. Entonces Silvia Hernández pidió ayuda tirando un papel por la ventana. Era la segunda vez que su novio intentaba estrangularla. La Policía Nacional detuvo al acusado, que además había quebrantado una orden de alejamiento que no expiraba hasta el mes de noviembre.

La violencia alcanzó su punto álgido el pasado fin de semana. La Policía asegura que el prsunto homicida acabó con la vida de Silvia Hernández después de una noche de copas. El hombre, viudo y de 46 años, llamó al 112 pasadas las seis y media de la madrugada del lunes. En su llamada avisaba de que se acababa de despertar en la cama y que su pareja, acostada a su lado, no respondía a estímulos. La autopsia reveló que el hombre había apuñalado en varias ocasiones a su víctima, que acabó finalmente falleciendo por una hemorragia interna. Durante su última noche Silvia Hernández había llamado por teléfono, desesperada, a su abuela. Pedía ayuda pero la mujer no pudo hacer nada para evitar la tragedia.

El juzgado de instrucción encargado del caso decretó el pasado martes el ingreso en prisión del presunto asesino, que se había negado a declarar tanto ante la Policía como en sede judicial. El reo está acusado por el momento de un delito de homicidio.

Los familiares, allegados y amigos de Silvia Hernández dieron ayer sepultura, antes de las doce del mediodía en el cementerio municipal de Deva, a los restos mortales de la víctima. En el camposanto, los asistentes se esforzaron en arropar, sobre todo, a los desconsolados padres de la fallecida.