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La OSPA sigue de aniversario

La batuta de Lorenzo Viotti conduce a la Sinfónica de Asturias a un nuevo éxito

Viotti, dirigiendo a la OSPA ayer en el Jovellanos.

El tercer concierto con que la OSPA está celebrando el 25.º aniversario de su fundación tuvo lugar anoche en el teatro Jovellanos, ante un público que está vez nos devolvió a tiempos pretéritos, es decir, la mitad se quedaron en su casa. Lástima, se perdieron un atractivo programa y una sensacional velada musical. La culpa será de "Mamma Mia!", pensé. Y ¡mama mía", dije al ver al director Lorenzo Viotti ocupar su tribuna. ¿Estaré confundida y esto es Hollywood, tío? Veinticinco años, alto, esbelto, trigueño, elegante, guapo... Con aquélla, su pinta de surfero, batuta en mano demostró seguridad, pasión y talento.

La audición se inició con "Tres estudios sobre Couperin", del compositor británico Thomas Adès, nacido en 1971. Mal indicio. Para no ser agria, estaba dispuesta a saltármelo. Punto y seguido, y vayamos al segundo autor. Pero no sé si le sujetó las extravagancias Couperin, o en realidad es un músico serio, lo cierto es que su trabajo resultó melódico y agradable. Sobre las partituras escritas por Couperin para clave, Thomas Adès hizo tres adaptaciones orquestales. La primera, suave y envolvente tal vez adoleció un poco de monotonía, aunque la segunda nos llevó al refinado espíritu barroco, para, en la tercera dibujar un bello tratado de melancolía.

Benjamín Britten es un autor del que servidora conocía sus composiciones corales, pero no su música sinfónica. "Lachrymae" era el título de sus diez variaciones, para una orquesta de cámara, sólo de cuerdas, acompañada de la viola de la solista María Moros, a su vez primera viola de la OSPA. El mayor atractivo de la obra residió en la ella, en María Moros. Su interpretación, llena de difíciles disonancias, fue lo mejor, ante un Britten poco interesante. Demostró una gran técnica, que hizo vibrar al público. Ante el calor de los aplausos, María Moros regaló una breve composición para viola y cuarteto.

Beethoven y su "Sinfonía n.º 8 en fa mayor", puso broche al concierto. Broche de oro. La gran OSPA se superó a sí misma, para deleitarnos con un Beethoven esplendoroso, brillante, genial. La orquesta lo vivía, se rendía a la belleza arrolladora de su música. Mientras, Lorenzo Viotti, todo pasión, soñó que estaba cogiendo la mejor ola de su vida.

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