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ALFREDO SANZ MEDEL | Catedrático de Química Analítica

"Es una pena que en España no se valore la ciencia, en otros países es sagrada"

"Hay que cambiar la educación; no es cuestión de bajar el nivel para que haya menos fracaso escolar, se debe exigir"

Alfredo Sanz. Marcos León

Es una eminencia, y como tal sencillo y asequible. Sus trabajos están reconocidos en los ambientes científicos internacionales de más prestigio, y sus conclusiones hacen incidir el foco de la Ciencia sobre ellas como un aporte fundamental. Aunque trabaja en la Universidad de Oviedo vive en Gijón desde hace 38 años, a la orilla del mar. Alfredo Sanz Medel está en posesión de numerosos premios nacionales, pero los que verdaderamente lo distinguen son el "Roberte Kellner Lecture", el "European Winter Conference", el "Association for Chemical and Molecular Sciencies Lecture" y el "Colloquium Spectroscopicum", otorgados por los centros científicos de Amberes, Londres, Belgrado y Coímbra respectivamente.

-Dígame, ¿usted quién es?

-Nací en Soria (1946), menor de tres hermanos. Soy un capricornio clavado. Me considero muy trabajador, sociable y comunicativo. Ambicioso en mi ciencia y un buen docente. Muy bien casado con Esther Moreno, tenemos tres hijos.

-¿De pequeño jugaba con una de aquellas cajas de minerales?

-No, pero con una de productos químicos, "Quimicefa", un juguete de iniciación. Eran piezas que se han perdido, pero que ayudaban a fomentar la cultura.

-¿Había tradición familiar en su ciencia?

-No, mi padre era un mecánico muy hábil, pero ajeno a la Química. Yo siempre vi claro el deseo de saber de qué estaba constituida la materia que nos rodea. Hice el Bachiller con los Jesuitas de Navarra, en el Castillo de Javier, y la carrera en la Universidad de Zaragoza, residiendo en un colegio mayor también de los Jesuitas; siempre he tenido muy buena relación con ellos, me forjaron en valores humanos y les estoy muy agradecido.

-¿Ha sido buen estudiante?

-Sí, en la carrera obtuve el número 1 de mi promoción, 1963-1968. Cinco años más tarde hice la tesis doctoral sobre iniciación a la Espectroscopia y sus aplicaciones al análisis de la materia, un instrumento decisivo para indagar en ella. Hice el postdoctorado en Londres, en el Imperial College, y en Estados Unidos, en Wake Forest University.

-¿Le gusta la docencia?

-Muchísimo. Tengo la fortuna de saber comunicar mis conocimientos, aunque sea en inglés, donde no se controla tanto. En los congresos internacionales hay que hablar en inglés continuamente.

-¿Cuál ha sido su mayor logro?

-Siempre tuve el sueño de cambiar mi país en el sentido científico, y ahora puedo decir que España ha pasado de no ser nadie a ocupar el 8º puesto en Ciencias Químicas. He creado un grupo de 35 científicos, que desarrollamos una labor de investigación para el análisis de la materia. Este grupo, "Espectrometría Analítica", a partir de septiembre dará lugar a cuatro grupos de investigación en diferentes temas punteros. Mirando hacia atrás veo a aquel chico de Cambridge, solo, sin ningún otro español alrededor. Y me propuse, a través de mi pequeño mundo, cambiar la situación.

-¿Se siente satisfecho?

-Es una pena que en España no se valore la ciencia, que se recorte su financiación; esto en otros países es sagrado, sobre todo en los anglosajones. En la ciencia está el futuro de nuestros hijos y de nuestro país, y se están yendo los mejores. Yo tengo dos hijos en Londres y el tercero se irá a Alemania.

-¿En qué inciden sus descubrimientos?

-En la calidad de los productos que configuran nuestra vida, en analizar el medio ambiente. En la actualidad colaboro con médicos.

-¿En qué especialidad?

-En la búsqueda de nuevos marcadores de ciertas enfermedades, para diferenciar lo que es maligno de lo benigno, tratando de resolver problemas hasta ahora imposibles. La PSA es una proteína que marca el grado de inflamación de la próstata, y analizando la sangre se puede saber si hay riesgo de cáncer o no. Por lo tanto es posible prevenirlo si el biomarcador da una alarma temprana; esto se hace ya de forma rutinaria. Hace dos años vi un trabajo que decía que en la sangre de las mujeres también estaba la PSA, pero en cantidades ínfimas, diez mil veces en menor concentración que en los hombres. Si eres capaz, me dije, de medir la PSA del suero sanguíneo de las mujeres, podríamos tener un biomarcador de alarma temprana respecto al cáncer de mama y prevenirlo. De manera que con un simple análisis se puede proceder a impedir que se desarrolle. Esto acabamos de publicarlo. Hemos logrado medir con exactitud si la PSA está en su nivel normal o disparado. Algo que antes era impensable.

-¿Ya se está aplicando?

-¡Qué va! Como norma estas cosas necesitan diez años para estar en la calle. Yo publico esto, pero luego intervendrán otros científicos para contrastarlo. Si se llega a un acuerdo de que funciona, las casas comerciales lo prueban, lo patentan y posteriormente sale a la venta. Es un proceso lento.

-¿Todo esto no conlleva un enorme desgaste intelectual?

-No, es emocionante descubrir lo ignorado. En el grupo trabajan médicos; uno de ellos es Francisco Vizoso. Mi hija Vicky, bioquímica, es investigadora en el King´s College de Londres, y es experta en melanoma, el cáncer más peligroso por invasivo; ella también trabaja en el grupo, además, de ingenieros bioquímicos, físicos? Nuestra idea es resolver problemas importantes para la sociedad.

-¿Qué cambiaría de ella, de la sociedad?

-La educación, sin duda. Hace falta que sea más seria, y no hacer las cosas tan sencillas para los niños. Los políticos siempre dicen que van a mejorarla, pero no se lo creen. No es cuestión de bajar el nivel para que haya menos fracaso escolar, porque de este modo generamos atraso e incompetencia. Se debe exigir. ¿Sabe cuántos catedráticos de Química hay en España? 180. Y Alemania, con 80 millones de habitantes, tiene 35. En Inglaterra, 30, y una población de 60 millones. Esto no significa que seamos más listos, sino más flojos tanto los profesores como los alumnos.

-¿Por qué ha asentado sus reales en Asturias?

-Al hacer la oposición había una plaza libre en la Universidad de Oviedo, y vine. Me gusta Asturias, soy de tierra adentro y busco el mar. Todas las noches me duermo escuchando el arrullo del mar.

-¿Así que de Gijón para siempre?

-Sí, he tenido oportunidad de irme a Madrid, a la Universidad Complutense, y no quise. Deseaba quedarme y formar el grupo que hoy ha adquirido un prestigio internacional reconocido, con 640 artículos científicos publicados. En Oviedo he dirigido 71 tesis doctorales y soy editor de "Editorial Board", una publicación científica de primera línea.

-¿Qué le parece el nuevo equipo rector?

-Santiago García Granda es amigo y compañero. Es un soñador que honestamente quiere mejorar la Universidad de Oviedo, y se ha rodeado de un equipo de gente joven con ganas de trabajar y hacer las cosas bien.

-¿Es conservador o progresista?

-Ni uno ni otro. Es un rector que lo debate todo.

-¿Usted, a qué tiene miedo?

-A lo desconocido, pero como cada vez desconozco menos, tengo menos miedo.

-¿Ha tenido tiempo de hacer algún deporte?

-He sido muy deportista. Jugué al futbol, al frontón, al ping pong, al tenis, donde me rompí el talón de Aquiles. Y me gustó mucho el esquí.

-¿Quién ha sido su maestro?

-Un jesuita, el padre Oñate, que me imprimió el gusto por la Química. En la Universidad tuve que aprender a valerme por mí mismo, ya que el director de mi tesis fue un desastre. Tanto fue así que decidí que nunca sería un catedrático como él.

-¿En qué pierde el tiempo?

-En leer libros que me enseñen a entender el Universo.

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