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Radio de acción contra la injusticia

Falo Marcos, conocido radiofonista gijonés, acaba de regresar de un campamento de refugiados griego donde se encontró con "gente al límite jugándose la vida"

Falo Marcos, el viernes, en Gijón. ÁNGEL GONZÁLEZ

Hace apenas una semana que el responsable de Radio Kras y activista social Falo Marcos regresó del campamento de refugiados de Eko, en la frontera entre Grecia y Macedonia, y el drama humano con el que allí convivió tardará en olvidársele. El campamento ya ha sido desmantelado y el millar largo de ocupantes que lo componían han sido trasladados a un recinto militar, donde sus condiciones son sensiblemente peores. Y Falo Marcos ya piensa en volver, con la maleta apenas deshecha.

Fue un impulso lo que le llevó a acudir como voluntario independiente a Eko y los vecinos Hara y BP, nutridos de los refugiados del desaparecido Idomeni. "Más que nada por la vergüenza que produce la situación de todas estas personas, ver cómo la Unión Europea trata a los que huyen de una guerra", explica Marcos, quien llevaba varios meses madurando la idea de viajar como voluntario a un territorio en el que la situación es de todo menos tranquila. "Quería colaborar en lo que pudiera y, sobre todo, dar a conocer lo que allí está sucediendo", asegura, después de ponerse en contacto a través de las redes sociales con otras personas interesadas en ejercer allí un voluntariado intenso.

Cuando desembarcó en el Norte de Grecia se encontró con refugiados "en situación límite, que llevaban varios meses jugándose la vida para llegar a Europa, muchos de ellos después de cruzar en barcazas desde Lesbos en una travesía en la que murieron muchos de sus compañeros". Y, al llegar a Grecia, se encontraron "con la impotencia de verse bloqueados tras el cierre de fronteras, preguntándose por qué ellos no pueden continuar su viaje cuando otros antes que ellos sí lo hicieron".

Mientras se despeja su futuro, "algo que no saben cuándo ni de qué manera sucederá", Falo Marcos se integró como ayudante en los campos de Eko, Hara y BP "para las tareas más diversas, dependiendo de las necesidades de cada momento". Así, colaboró con los bomberos del Equipo de Rescate y Emergencias de Cataluña en el reparto de paquetes de vegetales para que los refugiados pudieran cocinar en los campamentos no oficiales, donde "la gente estaba muy bien organizada, preparaban comidas comunitarias y cada uno de ellos se encargaba de una tarea diferente".

Además, gracias al esfuerzo de los voluntarios llegados de todo el mundo "cada día se organizaba alguna actividad para los más pequeños, con actuaciones de payasos y hasta una escuela en la que retomar una cierta normalidad para los niños". Muchos de ellos llegan a Grecia solos, porque "las familias no tienen el dinero que les exigen las mafias para poder viajar juntos y envían a sus hijos para salvarlos", relata Marcos, impresionado con el hecho de que los niños "son muy cariñosos, se te suben al cuello y juegan ajenos a un mundo que no comprenden".

Gracias a los voluntarios incluso se organizó una zona para el baño de los bebés, que tras el desmantelamiento de los campamentos para trasladar a los refugiados a recintos militares ha desaparecido. La gente ahora "está mucho peor", porque "sólo reciben una comida de catering que consiste un día en patatas cocidas y al siguiente macarrones y así todo el tiempo", relata Falo Marcos. Además, los voluntarios no pueden entrar en los campamentos militares, por lo que los refugiados les entregan notas con lo que necesitan para dárselo en la puerta. "Un día no tenían leche ni pañales para los bebés, y tuvimos que llevárselos a la entrada del campamento militar", recuerda.

El desalojo de los campos no oficiales se produjo sólo dos días antes de su regreso, y "muchas personas optaron por irse a las montañas para buscarse la vida por su cuenta e intentar cruzar la frontera con Macedonia". Con ello, quedarán expuestos a unas condiciones de vida durísimas, con temperaturas que "en los meses de verano superan los 45 grados, en campos al aire libre que están llenos de ratones y serpientes, por no hablar de los mosquitos, que son una plaga y ocasionan muchos problemas de infecciones a los niños", indica el gijonés.

De su experiencia, Falo Marcos se ha traído de vuelta un continuo vaivén de emociones, de gente que "te enseña fotos de las que eran sus casas antes de ser destruidas por las bombas, antes de perder a seres queridos", y que "por encima de todo, agradecen que estemos allí acompañándolos, conociendo lo que pasa en la frontera y dando a conocer su angustia al no saber cuándo podrán avanzar".

Ahora, busca en el calendario los días necesarios para regresar, porque "me gustaría mucho volver, mucha gente se está movilizando para ir este verano". Entre ellos "hay otros dos voluntarios de Gijón allí ahora mismo, sobre el terreno", indica. La intención es la de continuar dándose el relevo para repartir la ayuda internacional desde los almacenes de la zona, estar atentos a las necesidades de la población desplazada y, sobre todo, "ayudarles relatando sus historias". Para que Europa no se olvide de ellos.

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