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Más de nueve años tardaron los jesuitas en construir el templo de "La Iglesiona"

El gran poeta Gerardo Diego, que llegó a Gijón en 1922, dedicó versos al caótico urbanismo Intento de fusión del Casino y el Club de Regatas

La capilla de Begoña y el pabellón de verano del Casino, en el paseo. COLECCIÓN PATAC

Si el empresario Manuel Dindurra solamente tardó nueve meses en construir el teatro Dindurra, lo que dio una gran vitalidad al entonces llamado paseo de Alfonso XII -hoy Begoña- al instalar allí sus pabellones de verano las más importantes sociedades gijonesas de recreo como el Casino; los jesuitas, sin embargo, tardaron más de nueve años en dar por finalizadas las obras del nuevo templo popularmente conocido como "La Iglesiona". Las comunicaciones mejoraban considerablemente con treinta y dos tranvías eléctricos diarios entre Gijón, Candás y Avilés. El Ayuntamiento consignaría en los presupuestos el inicio de la construcción de "La Gota de Leche", plausible iniciativa del doctor Avelino González que hasta respaldó el ya eminente médico Gregorio Marañón, quien consideraba que había que dar prioridad a evitar la mortalidad infantil. Y aquel año de 1922, el poeta Gerardo Diego llegaría en septiembre a Gijón como catedrático de Literatura al Real Instituto de Jovellanos -dejando escritos unos acertados versos sobre nuestro descontrolado urbanismo- en unos tiempos muy revueltos políticamente en que tanto el general Valeriano Weyler, como Melquíades Álvarez advertirían sobre la nefasta organización de los partidos al margen de los intereses y problemas reales de la ciudadanía.

Las dificultades para la construcción de "La Iglesiona". Dieciocho años tardaron los jesuitas, con Cesáreo Íbero Orendain al frente de las responsabilidades, en decidirse a crear un nuevo templo y culminar la construcción de "La Iglesiona" -a consecuencia de las trabas administrativas y la oposición no solamente de los grupos anticlericales, sino hasta del mismísimo párroco de San Pedro, con constantes recursos ante los tribunales y solicitud de licencias civiles y eclesiásticas no solamente al Ayuntamiento, sino también a Oviedo, a Madrid y hasta a Roma- tras la cesión de los terrenos hecha en la herencia por María del Carmen Zaláibar Díaz y su madre Ana María Díaz, donde también ubicaron su nueva residencia con una veintena de habitaciones. Ya en un escrito del 20 de diciembre de 1912, el concejal Francisco Prendes Pando denunció ante el gobernador civil de la entonces provincia de Oviedo "la actitud y proceder, en este asunto, de los individuos que componen la Comisión de Policía Urbana, con la sola excepción de Juan Cavo y Braña -el padre de la inolvidable Luisina Balanzat, la estrella de los luceros- y la actitud y proceder de la mayoría de los miembros de la Corporación Municipal, que son hijos de la pasión y el odio".

El proyecto inicial fue firmado por un discípulo de Gaudí, el catalán Joan Rubió Bellver, aunque quien más tuvo que ver en su realización final fue el arquitecto municipal Miguel García de la Cruz -en aquella época en que no había dedicación plena al Ayuntamiento, ni tampoco incompatibilidades legales a la hora de darse licencia a sí mismo- con importantes cambios como la sustitución de las dos torres iniciales por un templete para la colocación el 4 de enero de 1920 del Sagrado Corazón en el campanario. Los jesuitas habían pensado como pintor de los interiores en Juan Martínez Abades, pero al fallecer el genial paisajista gijonés, les encomendaron la responsabilidad a los hermanos alemanes Guillermo y Enrique Immenkamp -quienes acabaron su obra ornamental en 1925- por lo que también se vio la conveniencia de modificar el proyecto para suprimir las ventanas previstas para la cúpula del ábside para dar más aire a la espectacular visión sobre el Juicio Final.

La primera piedra del templo había sido colocada el 7 de noviembre de 1913 por José Álvarez Miranda, penitenciario de la Diócesis de Oviedo que ya estaba preconizado como obispo de León, mientras que las obras más importantes de construcción realmente se desarrollaron entre los años 1918 y 1922. Las huelgas que se sucedían una tras otra también fueron motivo de los retrasos en la finalización de la construcción y la consagración del templo no se pudo realizar hasta el 30 de mayo de 1924 por parte del obispo de Oviedo, Juan Bautista Luis Pérez.

Gerardo Diego inició en Gijón su época poética más fecunda. Con solamente veintiséis años llegó Gerardo Diego a Gijón -que se convertiría en su segunda patria y donde inició su época más fecunda- como catedrático de Literatura del Instituto Jovellanos; más cerca de Santander, su ciudad natal, que de la Soria de colinas plateadas y grises alcores tan bien descrita por Antonio Machado. El lamentable y descontrolado urbanismo le inspiraría este poema:

"Cuando vine a vosotros regresaba de un viaje / mieses agavilladas, valles de color anís. / Se apagaba el verano y en mi retina traje / amarillo de Soria y grises de París. / Delicia de los ojos, playa de San Lorenzo / de Este a Oeste tendido el manto de canela. / La mirada perdida en el confín del lienzo / o acariciado el seno sonoro de la vela.../ Y el mar me iba ofreciendo su muestrario de espumas? / Así para mis versos cursé el aprendizaje / buscando un equilibrio de belleza madura, / en esta ciudad vuestra que aún es casi paisaje / y no tiene dos casas de la misma estatura".

El Casino quiso fusionarse con el Club de Regatas. Cuando la vida social ya estaba consolidada en el Real Club Astur de Regatas (RCAR), por cuyo pabellón de verano en Santa Catalina pasaban las más importantes personalidades de la vida política, social y militar española, el mecenas José Antonio García Sol consideró que había llegado el momento oportuno para dar un paso atrás y ceder la presidencia a Álvaro Armada de los Ríos, conde de Revilla Gigedo. Dado que el nuevo presidente -a quien el rey Alfonso XIII le había concedido la Llave de Gentilhombre de Cámara- alternaba su residencia entre Madrid y Gijón, las gestiones cotidianas fueron asumidas por el vicepresidente segundo, Eduardo de Castro.

El Casino de Gijón atravesaba por una grave crisis económica y le resultaba ya muy difícil mantener su magnífica sede y el pabellón de verano en el paseo de Alfonso XIII, lo que les llevó a plantear una fusión con el Club de Regatas. Aquello fue motivo para que se abriese una larga polémica en la vida local gijonesa, dado que muchos consideraban que no debían ser abandonados los locales en alquiler que el Club de Regatas tenía en la calle Corrida. Evidentemente, si entonces resultaba gravoso para los socios de ambas entidades pagar dos recibos, pues habría que extrapolar la situación al Gijón actual, con más de media docena de clubes recreativos.

Las advertencias del general Weyler y de Melquíades Álvarez. En junio de 1922 visitó Gijón el famoso general, ya octogenario, Valeriano Weyler y Nicolau -Grande de España, príncipe de la Milicia Española, duque de Rubí, marqués de Tenerife, Gran Cruz Laureada de San Fernando- quien había sido capitán general de Cuba durante la sublevación de José Martí. El motivo de su visita era la construcción de un cuartel para Artillería en Tremañes. Para el banquete celebrado en el RCAR pidió que el menú consistiese en un simple cocido. A los postres pronunció un clarividente discurso muy digno de ser tenido en cuenta: "Todos los hombres de orden deben de agruparse para contener los avances de la anarquía. Si el Rey fuese derribado del trono vendría un gobierno republicano o socialista que sólo sería una puerta para conducirnos a la situación caótica de la Rusia bolchevique".

Tampoco se quedó atrás en sus advertencias el respetado político gijonés Melquíades Álvarez, quien en otro banquete en su honor ofrecido el 28 de agosto por el Partido Reformista de Asturias en el Gran Casino Kursaal, tras lamentar la decadencia política del país, criticó "la pretensión de convertir a los partidos políticos en agrupaciones de intereses jurídicamente protegidos, con lo que el Estado, lejos de servir al bien común, sólo respalda los intereses de grupo o clase sembrando la hostilidad entre los ciudadanos".

Tiempo al tiempo.

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