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Despedida a la "hermana de los caramelos"

La cofundadora del Albergue Carmina Paraja plasmó en su diario el deseo de que "todos se esmeren en la atención a personas tan desanimadas, sin trabajo y solas"

Carmen Moriyón da sus condolencias al sacerdote Ramón Paraja, hermano de Carmina, ayer, antes del funeral. JULIÁN RUS

"No decae nuestra ilusión. Confiamos señor, llega tú donde no podemos llegar nosotras. Que todos se esmeren en la atención a personas tan desanimadas, sin trabajo y solas". Éstas fueron las últimas palabras que de puño y letra escribió Carmina Paraja en su diario poco antes de morir y donde dejó constancia del día a día en el Albergue Covadonga, centro del que fue cofundadora y al que entregó "su vida y amor a los demás". No es de extrañar que el centro, ayer, se llenase de múltiples amigos, voluntarios y usuarios para rendir homenaje a quien fue como "una madre y hermana" atendiendo a sus problemas.

"Trabajó con amor, entrega, sacrificio, abnegación y una amplia sonrisa que entregó a los desfavorecidos". Las loas para recordar a la hermana Carmina (1924-2016) se sucedieron durante la homilía que concluyó en aceptar que ella era "el espíritu del centro". Sus compañeras de congregación destacaron, además, "su asturianía y carácter fuerte". Los voluntarios agradecieron su faceta de "maestra y ejemplo de atención a los necesitados" y los usuarios bendijeron "su cercanía y su forma de entregar caramelos de amor". Un rasgo este último que despertó una sonrisa entre todos los presentes pues Carmina siempre recibía a todos los que pasaban por el Albergue Covadonga con un caramelo.

También hubo tiempo para repasar su dilatada trayectoria como Terciaria Capuchina de la Sagrada Familia. Comenzó el postulado en 1942 y un año más tarde tomó el hábito para ofrecer sus votos perpetuos en 1947. Tras 72 años de obediencia religiosa en los que se incluyen sus estudios de enfermería y donde transmitió su misión, entre otros, en Madrid, Barcelona y Venezuela de 1971 a 1979 para regresar a Gijón para involucrarse en la apertura del Albergue Covandonga.

Con los usuarios jugó al parchís, conversaba y atendía sus inquietudes y problemas. Todos la recuerdan con un caramelo en la mano o pintando alguna concha que regalaba, con una inscripción evangelical, a los peregrinos.

A la misa en su recuerdo -oficiada por el jesuita Paco Herrero, acompañado por el hermano sacerdote de Carmina, Ramón Paraja, y Vicente Álvarez Gutiérrez- asistió la Alcaldesa Carmen Moriyón quien ya en su etapa como estudiante de Medicina entabló relación con Carmina. "Siempre mostró un desinterés absoluto por su persona en favor de los demás. La tristeza por su pérdida se compensa con su sonrisa y el cariño que nos deja..

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