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Por la izquierda, Ignacio González, Aurora García Rivas y Humberto Gonzali, ayer.ÁNGEL GONZÁLEZ

El poso de las lecturas asturianas

La escritora Aurora García Rivas y el poeta Ignacio González repasan la influencia en su obra de autores que escribieron en castellano, de Clarín a Ángel González

No era la mejor hora (seis de la tarde) para un debate con un epígrafe de los que se las traen ("La literatura en castalleno y su relación con el entorno"); el sol tenía algo de escándalo en el Muelle (calle de Claudio Alvargonzález) y bajo las carpas de línea Gadafi (¿no quedamos en que el festival se llama Arcu Atlánticu?) se derretía hasta el polietileno. Pese a tanta adversidad, la escritora Aurora García Rivas (San Tirso de Abres, 1948) y el poeta Ignacio González (Mieres, 1960) cumplieron sobradamente en la cuestión que les planteó Humerto Gonzali, coodinador de las jornadas literarias que acoge el mencionado certamen gijonés.

Aurora García Rivas -afincada en Gijón desde hace años, al igual que Ignacio González- hizo un repaso de algunas de las lecturas de obras de Clarín, Ramón Pérez de Ayala y Armando Palacio Valdéz (de "La Regenta" o "Adiós, Cordera" a "AMGD" y "La aldea perdida") que cautivaron su imaginación lectora. Son escritores asturianos que optaron por el castellano, pero con novelas en las que el paisaje natal y el paisanaje tienen peso y poso.

La autora santirseña, que ayer hizo un relato muy vivo de su infancia en un rincón del occidente del Principado, ha incorporado los territorios de la "fala" a varias de sus novelas, también ciudades como Oviedo o Gijón. Explicó, por ejemplo, algunos de los entresijos de títulos como "La madriguera" o "Vía muerta". Y recordó tiempos en que su tierra de nacimiento "no tenía nada de bucólica". Y también, en una imagen impagable, las frías noches de invierno en las que su padre leía "El Quijote" y "Corazón" al puñado de vecinos del pueblo. "Estoy 'averada' a la mi tierra, pero no anclada", dijo.

Ignacio González hizo, por su parte, un recorrido autobiográfico (niño que partió en los sesenta, como otros dos millones y medio de españoles, al exilio laboral europeo), incluidas las lecturas que tenía a mano entonces: Pachín de Melas y el "Rayas" que le enviaba anualmente desde España su abuelo para que aprendiera el castellano. El poeta llegó a Gijón, después de pasar por Barcelona, a principios de los años setenta. Muy joven aún empezó a interesarse por el potente movimiento poético que se fraguó en Asturias durante la Transición y en los años ochenta. Habló de su vinculación con el grupo "Cálamo" y de las conexiones con otros autores que también escribían en castellano, desde el langreano colectivo "Luna de Abajo", al Ateneo Obrero y las colecciones literarias que puso en marcha Xosé Bolado. A su juicio, el poeta asturiano con mayor influjo en aquellos y posteriores años ha sido Ángel González.

Fueron tiempos en los que surgieron editoriales que siguen activas hoy. Y en los que Ignacio González puso en marcha, por ejemplo, "Heracles y nosotros", donde han publicado poetas asturianos tan notables como Jordi Doce o Aurelio González Ovies. Ignacio González, con libro reciente ("Los nombres de la herida"), leyó dos poemas cuajados de revisión biográfica.

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