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Avelino García Prendes | Empresario

"La envidia no sirve nada más que para hacerse daño a uno mismo"

"El eucalipto es muy positivo: contribuye a la medicina, presta oxígeno al aire y es el único árbol cuya madera es moderadamente rentable"

Avelino García Prendes, en su despacho de la inmobiliaria Garmoré. Ángel González

No es una figura política ni académica ni científica, ni siquiera empresarial, pero sí social. A Calín, como se le llama cariñosamente, todo el mundo lo quiere. Por su prudencia, porque siempre tiene una palabra amable para todo el mundo, porque sabe escuchar. Detrás de la mesa de su despacho, en las oficinas de la inmobiliaria Garmoré, charlamos bajo la mirada del patriarca de la familia, Avelino García Moré, presente en un magnifico óleo de su pariente Mariano Moré. El aire fresco de la mañana trae el olor a marisma del Puerto Deportivo, y las magníficas vistas dan a la conversación un matiz de fiesta.

-¿Nació usted en Gijón?

-No, en Candás, en noviembre de 1934, tercero de cuatro hermanos. Pero soy gijonés de toda la vida. Hice mis estudios en el Colegio San Fernando de Avilés, interno. Lo recuerdo como un tiempo muy duro, en plena posguerra, incluso en el colegio llegamos a pasar hambre.

-¿Cómo fueron sus inicios laborales?

-Mi primer trabajo fue en la Residencia de Perlora, donde me ocupaba de labores burocráticas, hasta que mi padre fundó la empresa Garmoré, en la década de los sesenta. Desde entonces, hasta mi jubilación he trabajado en ella. Pero aún conservo mi despacho, como puede ver, lleno de buenos recuerdos.

-Donde han vivido una época dorada?

-Nosotros no nos beneficiamos tanto como otras empresas. Llegamos a construir 3.500 viviendas y la obra contratada alcanzó la cifra de 15.000 millones de pesetas, pero no asistimos al "boom" de la construcción, siempre fuimos más discretos.

-¿Cuál ha sido la obra más emblemática?

-Probablemente este edificio de Marqués de San Esteban, 4. En el barrio de La Arena construimos mucho. Entre otros trabajos, hicimos el Pabellón Deportivo. Y también contribuimos a estropear El Muro, aunque levemente, ya que la única casa cuya fachada da al paseo está retranqueada; el resto está detrás.

-¿Cómo nació la empresa Garmoré?

-Proviene de la madera de un monte que tenía mi padre en el concejo de Carreño. Estaba plantado de pinos y hacía setenta años que no se talaban. Él lo hizo y con el producto de la venta fundó Garmoré, cuyo nombre obedece a la fusión de sus apellidos, García Moré. Aquello marcó mi vida.

-¿Por qué?

-Sentí pena de ver el monte desnudo y me propuse replantarlo. Lo hice con eucaliptos, pero a la vez nacía en mí una afición que me ha acompañado toda la vida. Tengo un monte en una zona agreste de Villaviciosa, en Anayo, y sigo trabajando en él, aunque ya no ando por su terreno con facilidad, sino que tengo que llevar bastón. Sé que lo que estoy plantando ahora no podré cortarlo, pero?

-¿Qué plazo se necesita para talar?

-Los eucaliptos tardan quince años en estar dispuestos, pero éste es un mal negocio; tendrán que pasar otros quince para que sea rentable. Es decir, en la primera tala sólo se recupera el dinero invertido en la plantación y sus cuidados, pero como los árboles rebrotan, es en la segunda tala cuando se recoge ganancia. Total, treinta años, así que nadie quiere esperar. Yo sí porque el monte me gusta.

-Los eucaliptos no son populares en Asturias?

-Lo sé. Les reprochan que no sean autóctonos y que no produzcan nada que puedan comer los animales, pero en lo demás son muy positivos. Contribuyen a la medicina, prestan oxígeno al aire, y es el único árbol cuya madera es moderadamente rentable, teniendo en cuenta lo difícil que es sacarle rendimiento al campo.

-¿Qué responsabilidad ha desempeñado usted en Garmoré?

-Los gerentes de la empresa siempre fueron mi hermano Rafael, y mi cuñado Luis García Peláez. Yo, digamos que fui el gerente rural, pero siempre nos llevamos muy bien.

-Está usted casado con Josefina Pérez Gallego, una figura de la radio, ¿ésta ha sido otra de sus aficiones?

-No, Josefina dejó la célebre emisora EAJ 34 cuando nos casamos. Ella era la presentadora del Festival de la Costa Verde.

-Deportivamente, ¿usted quién es?

-Un jugador de muchas cosas, pero que todas las hice mal. Jugué al fútbol, al golf, al tenis? Nadé, esquié, cacé? Todo fatal. Soy apático, no me concentro y me falta espíritu competitivo. Los juegos de azar tampoco me interesan.

-Pero siente afición por los toros.

-De los toros me gustan más las fincas, el campo. Fui amigo de Manolo San Román y él me introdujo en ese mundo. Conocí a David Pérez Tabernero, al Niño de la Capea, al duque de Pastrana? Asisto a la Feria de Begoña, pero de la Fiesta prefiero los caballos, el rejoneo. Creo que en todas las corridas tendrían que lidiarse dos toros de rejones.

-¿A qué tiene miedo?

-A enfermar, no a morir. Estoy gestionando mi testamento vital, ése que garantiza una muerte digna. Deseo que no me apliquen remedios paliativos cuando ya no pinto nada en este mundo.

-¿Qué rechaza?

-El odio. Todo el odio que hay en este mundo y que no produce más que desgracias. Como la envidia, que no sirve para nada, sino para hacerse daño a uno mismo.

-Si volviera a nacer, ¿qué le gustaría ser?

-Creo que no valdría más que para ser lo que fui, un empresario. Para otras cuestiones necesitaría ser más inteligente de lo que soy. Pero tengo mucho sentido común.

-Aparte del monte, ¿cuáles son sus aficiones?

-Me gustan los coches viejos y las motos viejas. Tengo un coche que cuenta más de setenta años, es un "Triumph" negro. En total, conservo siete coches viejos y otras siete motos viejas, la más antigua tiene cincuenta años. Los guardo en una cochera de La Calzada.

-¿En qué momento ha sido más feliz?

-No podría decirlo. Tengo un carácter plano, fui educado en la severidad y eso marca, pero también enseña a defenderte en la vida, aunque te quita sensibilidad.

-Si un día se perdiera?

-Que me busquen en Candás, en el monte que fue de mi padre y que he heredado yo. El de Villaviciosa lo trabajé mucho, pero tuve la suerte de contar con buenos colaboradores.

-Hablando de perder, ¿en qué pierde el tiempo?

-Leo LA NUEVA ESPAÑA todos los días a media mañana; nunca me gustó madrugar. Y pienso que trabajar sin presión en algo que te apasione es el mayor placer. O sea, pierdo el tiempo en el monte.

-¿Garmoré ha logrado sobrevivir a la crisis?

-Sí, la empresa la llevan ahora tres sobrinos que lo hacen estupendamente. Están en un impasse, pero deseando reanudar las construcciones.

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