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JOSÉ MANUEL GUERRERO RODRÍGUEZ | COORDINADOR DE LOS COLEGIOS JESUITAS DE LA ZONA CENTRO Y NOROESTE DE ESPAÑA

Un guerrero en misión educativa

El nuevo coordinador de los colegios jesuitas del centro y noroeste de España es un apasionado del baloncesto y el trabajo en equipo

Un guerrero en misión educativa

El día que nació, el 26 de diciembre de 1958 en el hospital de Jove, a los padres de José Manuel Guerrero Rodríguez deberían haberles dicho: "Enhorabuena, han tenido un alumno, profesor, director y coordinador de colegios de jesuitas". Así lo atestigua su fe de vida laboral, donde no hay otro ítem que registre el destino profesionales del implicado que no sea el que dice: "Colegio de la Inmaculada de Gijón". Y lo ratifican, también, los recuerdos del propio Jose Guerrero y su familia: "entré con 4 años de la mano de mi madre al colegio de la Inmaculada y nunca he salido". Hasta cuando estaba en la Universidad, cursando Geografía e Historia, la mayoría de las tardes se las dedicaba a su colegio, a colaborar con el padre Cuesta en las actividades deportivas, especialmente en lo relacionado con el baloncesto, la gran pasión de este gijonés de buen tamaño, que vive casi siempre ilusionado por todo y con una capacidad de trabajo acorde con su estatura, si no mayor.

En esa larga historia de dedicación a la misión educativa de los jesuitas en Asturias, José Guerrero acumula ya algo más de tres décadas como profesor, con etapas diversas de responsabilidad en su centro, ya fuera como responsable de paraescolares, formando parte del equipo de dirección o directamente como director (seis años, de 2009 a 2015). Y cuando él creía "que me iban a dejar tener unos años de tranquilidad hasta la jubilación", lo que le ha llegado es la encomienda de convertirse en el coordinador de todos los colegios de jesuitas de Asturias, Madrid, Galicia y Castilla-León. Y de nuevo está Guerrero ilusionado, optimista, encantado con la tarea de poner su grano de arena a algo tan grande como es la mejora de la educación en España, y en sacar el máximo provecho de la colaboración entre centros, multiplicando el ya de por sí gran poder educativo de la Compañía. Poco importa que eso le suponga iniciar el curso en León, tener la maleta siempre dispuesta, llevar cuenta con la situación de 14 colegios, mil docentes y18.000 alumnos. Está ilusionado y lo transmite.

Si tiene que ser sincero, lo único que dice que echará en falta en los próximos años será dar clase, porque ese es un vicio que aún no se le ha pasado. Le encanta, desde siempre, parafrasear a sus viejos profesores, plagar sus clases de apuntes de actualidad, o estimular a los adolescentes -lo suyo son las clases de Bachillerato- picando ese amor propio tan de la edad. Como cuando reta a sus alumnos a sacar la mejor nota que puedan advirtiéndoles de que "el 10 es para Dios, el 9 para mí, el 8 para el mejor y el siete a repartir entre el resto". "Es su manera de picar a los alumnos para que le superen", explican en su entorno.

Precisamente los alumnos de Bachillerato son los que suelen tenerle más cogida la medida a este gran docente, duro pero honesto, de ahí que muchos años haya sido de los profesores más escogidos para tutor. Mientras que su gran porte, su postura seria y estricta por los pasillos, y hasta sus voces airadas cuando hay que reñir, son temidas por los alumnos más pequeños. Porque los escolares más bisoños de La Inmaculada son los que aún no saben que detrás de la puerta del aula Guerrero se convierte en un profesor exigente pero cercano, de lecciones amenas pero intensas, y que llega a ser muy querido. Muchos de sus alumnos recordarán toda la vida sus lecciones sobre Roma, una de las ciudades de Europa a las que gracias a los viajes escolares puede haber ido 13 o 14 veces, logrando dar in situ clases memorables. Precisamente es la Historia del Arte, dicen, su asignatura preferida (aunque también ha sido profesor de Historia, de Geografía y de Latín) y la que posiblemente más disfruta enseñando.

Pero eso es porque no le han puesto a enseñar otra cosa, porque según ratifican en su entorno, este gijonés cabezón, maniático del orden (es capaz de detectar si alguien le movió un solo clip) y perseverante, saca adelante cualquier tarea que le pongan por delante a base de constancia, de echarle ganas y tiempo, de no claudicar nunca. "Sea la que sea la tarea que se imponga, se va a entregar al 150%" dicen sus conocidos.

Casado con Aurora García -otra profesora de jesuitas, aunque ella ejerce en el Revillagigedo- desde hace más de 30 años, padre de Marta y Javier, que igual por saturación no han tirado por la rama del magisterio, la familia tiene claro que siempre compartirán amores con el "el colegio de papá", La Inmaculada, como decían desde bien pequeños sus hijos. Y con la Compañía de Jesús, por supuesto, la orden cuya misión educativa es la misión misma de Guerrero, haciendo suya la necesidad de formar líderes competentes pero sobre todo grandes jugadores de equipo, y personas comprometidas y conscientes con el mundo en el que viven. El mismo José Guerrero lleva años demostrando que a su alrededor quiere compañeros que sepan trabajar en grupo, con los que sea fácil mejorar colectivamente. Por eso mismo el baloncesto, como ya se ha dicho, es su deporte. Donde se distinguió en Gijón, si no como jugador, como delegado o como miembro fundador, que lo fue, del Gijón Baloncesto.

Ahora que le toca coordinar un equipo más grande de lo que imaginó de docentes, alumnos y familias, sacará toda su positividad, su energía y su capacidad de trabajo para estar a la altura. Y cuando tenga que relajarse buscará algún rincón del jardín para distraerse o se meterá a la cocina, de donde dicen que le salen sabrosos platos. En esos momentos de distracción seguirá pensando, igualmente, en cómo mejorar la educación española, sobre todo estimulando y reconociendo a quienes tiene más cerca, al profesorado.

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