El International Opera Studio puso ayer sobre las tablas del teatro Jovellanos su segunda y última producción de este año, que repetirá pase hoy a las 20.30 horas. Se trata de la obra "Un ballo in maschera" (Un baile de máscaras), con música del gran Giuseppe Verdi y libreto de Antonio Somma. Y, una vez más, quedó patente el buen trabajo que realiza esta organización formando a artistas operísticos emergentes en Gijón cada año.

Quizás no hubo actuaciones que destacasen de forma majestuosa, pero sí se mantuvo un buen nivel de ejecución en líneas generales, teniendo en cuenta la poca experiencia de estos artistas en coliseos importantes. Ayer no se llenó el teatro Jovellanos, que rozó los tres cuartos de entrada para admirar la obra de Verdi, basada, aunque con muchas licencias, en el asesinato histórico del rey Gustavo III de Suecia y estrenada el 17 de febrero de 1859 en el Teatro Apollo de Roma con notable éxito. Ya llovió desde entonces, pero ayer el Jovellanos pudo revivir el baile de máscaras de Verdi, aunque con una sobria y humilde escenografía. Apenas hubo decorado y se utilizó la proyección de imágenes en el fondo para suplirlo. Eso sí, no faltó una cenefa alrededor del escenario con calaveras, huesos y esqueletos.

El elenco de artistas consiguió trasladar en Gijón el carrusel de risas, llantos, traiciones y pasiones que bailan en la obra del gran compositor italiano. En líneas generales, lograron un espectáculo muy digno, con una orquesta a la altura de las circunstancias y un coro que respondió bien, aunque con algunos altibajos, a las exigencias de una actuación muy larga.

Aunque no hubo grandes destacados, sí merecen una mención Morana Batkovic (Amelia), y Camilo Mendoza (Renato), al igual que Verónica Cano (Ulrica). Fueron los puntales para un resultado agradable y merecido, fruto de un importante esfuerzo, con Zofia Dowjat como directora de escena, José Gómez en la dirección musical y Michael Znaniecki como coordinador artístico.