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Viesques se emociona con su párroco

José Juan Hernández, con nuevo destino en Covadonga, se despide de sus feligreses con una homilía plagada de lágrimas en el templo que estrenó en 2007

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Despedida de José Juan Hernández de Viesques

Pocas veces la expresión religiosa "podéis ir en paz" estuvo tan cargada de cariño y emotividad, compaginada con melancolía y desazón, como ayer en la misa en la parroquia más joven de Gijón, la de Juan XXIII de Viesques. Allí se despidió el que ha sido su primer párroco, Juan José Hernández Deniz, con lágrimas y calurosos aplausos de los feligreses que abarrotaron la iglesia.

"Todos sois mi familia, os tengo aquí, y de aquí no sale nadie", señaló el sacerdote llevándose la mano al corazón y sin poder contener el sollozo. "No os voy a olvidar, mi parroquia, pero Covadonga no es el fin del mundo, allí rezaré por vosotros y os espero", advirtió a sus feligreses, ya que su nueva encomienda es la de convertirse en el nuevo canónigo de Covadonga. Era la despedida tras una homilía emocionante, en profundo silencio sólo disipado por una sonora ovación de más de un minuto tributada a su párroco.

Diez años después de su llegada a Viesques José Juan Hernández ha dicho hasta pronto a los suyos con un recuerdo de gratitud a los colectivos que han hecho familia en la parroquia. A Cáritas, a los catequistas de semana y de domingo, al coro de adultos y al de niños, al equipo de liturgia, al grupo de adoración, a los servicios de limpieza y a los jardineros y, por supuesto, a todos los feligreses fallecidos durante los últimos años, especialmente a los colaboradores más cercanos del cura. También a las hermanas Dominicas, vecinas con su centro educativo de El Coto, que cedieron esos terrenos para levantar ahí el templo religioso en 2007. Una enumeración de agradecimientos interrumpida por el lloro y afectuosos aplausos de ánimo.

De aquella época, hace una década, recordó vivencias Hernández Deniz. Tiempos en que la parroquia era "ambulante, de sitio en sitio" para celebrar misa y catecismo hasta que se optó por restaurar una viaje nave que había sido cuadra, vaquería e incluso lechería de las Carmelitas. "Era la inmundicia, estaba todo derruido pero con esfuerzo levantamos la iglesia en que hoy nos encontramos", recordó. Poco a poco, con humildad, se fue colmando de recuerdos y bellas obras, muchas de ellas recuperadas de la casa de ejercicios de El Bibio, como la imagen del Cristo que preside el altar mayor y una placa conmemorativa de la visita a la citada casa de ejercicios del papa Juan XXIII el 21 de julio de 1954, cuando aún era el cardenal Roncalli.

Al iniciar la eucaristía uno de los feligreses entonó en representación de todos una cálida bienvenida a la, a priori, última ceremonia religiosa de Juan José Hernández. "Formas parte viva de nuestros corazones y de esta parroquia Juan XXIII. Que el señor siga bendiciéndote", le dedicó. "Me lo has puesto difícil", respondió tímidamente Hernández que arrastró ya toda la misa la carga emotiva a flor de piel y parafraseó a San Pablo Apóstol para epilogar diez años de su vida con gratitud hacia el Señor que "me confió este misterio, se fijó en mí y me hizo capaz". Las lágrimas, ya en la despedida, fueron compartidas con los presentes que la próxima semana recibirán a Ceferino Díaz como nuevo guía.

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