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DANIEL RODRÍGUEZ | Titulado en Trabajo Social y autor del libro "No decidas por nosotros"

"Las personas con diversidad funcional no podemos decidir sobre nuestra propia vida"

"Todo demuestra que la realidad no ha cambiado: seguimos relegados a un rincón donde habita la exclusión social"

Daniel Rodríguez. MARCOS LEÓN

-Dejó alto el listón con "Cordones para las zapatillas". Este segundo libro, ¿es una continuación?

-Supone una consecuencia. "No decidas por nosotros" es una consecuencia de todo lo que sucedió después de "Cordones para las zapatillas" y el listón está muy alto porque la divulgación del primer libro me permitió profundizar laboralmente todos estos años y llegar a todos los sectores de implicados en el ámbito de la diversidad funcional como familias y personas. Más allá de las fronteras de nuestro país como Sudamérica donde el libro tuvo gran repercusión.

Daniel Rodríguez Díaz (Gijón, 1978), diplomado en Trabajo Social por la Universidad de Oviedo y "Asturiano del mes" de abril de 2010 de LA NUEVA ESPAÑA, publica ahora "No decidas por nosotros", seis años después de su primer éxito como autor. Escribe otro libro como muestra inequívoca de que para él no hay barreras que no pueda sortear por muchas trabas que le pongan. Una exposición sencilla y de fácil comprensión que busca calar en la sociedad para lograr más respeto por la dignidad y el reconocimiento de derechos para aquellos que, como él, padecen una lesión cerebral. Con su exposición, desde un punto de vista diferente, sobre la Diversidad Funcional en el siglo XXI mantiene su denuncia de que las instituciones aun no le permiten vivir en sociedad y en cambio deciden sobre su vida. Daniel dice basta.

-¿Quién quiere decidir por usted?

-Es un título que engloba el objetivo de todo esto. Las personas con diversidad funcional no podemos decidir sobre nuestra propia vida, pero no porque tengamos unas limitaciones sino porque la sociedad y las instituciones que trabajan en el tema ya se toman la libertad de decidir por nosotros, desde pequeñitos además. No nos permiten tener el derecho a la educación, en ese momento las instituciones se toman la libertad de decidir sobre nuestra propia vida. A partir de ahí también laboralmente y socialmente, que tenemos muy poco margen de decisión sobre nuestra vida.

-¿Ha cambiado algo desde el primer libro hasta hoy?

-A tenor de la realidad que veo cada día hemos cambiado muy poquito. Hay indicadores que demuestran que prácticamente no ha cambiado nada en la realidad de la diversidad funcional. El primero es el lenguaje que ya es negativo porque tratarlo de discapacitado o inútil ya atenta contra la dignidad. Otro son las políticas asistenciales en un modelo caduco que es el modelo rehabilitador. Otro el rechazo existente en la educación y en el ámbito laboral los contratos que nos hacen son de corta duración en empleo protegido. Todo demuestra que la realidad de la persona con diversidad funcional no ha cambiado. Seguimos relegados a ese rincón social donde habita la exclusión social.

-¿Le molesta el paternalismo social que se presta a la diversidad funcional?

-No sé si es paternalismo o no. Lo veo como un campo que dio lugar a una industria donde el objetivo no es la inclusión de la persona porque esta industria alrededor de la diversidad funcional es una industria que segrega y nos separa de la sociedad. No nos permite vivir en sociedad ni tener las mismas oportunidades que el resto de la sociedad. Es un enfoque que atenta contra la dignidad de la persona con diversidad funcional, y eso es algo que está reconocido en la Convención de la ONU de 2006 que en materia de la diversidad funcional es el marco legislativo principal para trabajar este tema. Pero desgraciadamente no se hace gracia a la convención.

-¿Las instituciones han contagiado al resto de la sociedad para que les trate así?

-Es un problema educativo. Nuestra sociedad viene viviendo desde hace cuarenta años un determinado modelo, el rehabilitador sanitario, que reconoce a la persona con diversidad funcional como enferma y en consecuencia tiene que rehabilitarse en centros específicos y eso supone separarnos del sistema. El objetivo es, como reconoce la convención, ir hacia un modelo social al reconocer que el problema no es del individuo sino cuando el problema es cuando la sociedad no garantiza la igualdad de oportunidades. En parte es un problema educativo.

-¿Siempre tiene que ser uno mismo el que debe dar el primer paso hacia adelante?

-Desgraciadamente es el caballo de batalla nuestro. Siempre dependes de la persona o la familia porque vivimos en una realidad donde no se nos reconocen los derechos y si las personas o las familias no están informadas y conocen solo la otra cara de la moneda pues se dejan arrastrar y el resultado es que las personas con diversidad funcional somos invisibles en esta sociedad.

-Le gusta salir a pasear en bici, juega al fútbol sala y disfruta con otros deportes en general. ¿Querer es poder?

-La dignidad está muy por encima de las limitaciones; además, todo el mundo tiene alguna limitación a lo largo de su vida. No sé si querer es poder pero sí que el resultado es intentar ser uno más en la sociedad. Ese querer es poder, efectivamente, la sociedad lo pone muy complicado.

-En este camino de reivindicación que ha emprendido, ¿no se puede recorrer solo?

-Total. La sociedad te invisibiliza si no tienes apoyo familiar o no te inculcan la seguridad en ti mismo o una serie de valores que se traducen en inquietud por encima de las limitaciones. Si no te transmiten que tienes el mismo derecho que cualquiera a estudiar, a trabajar, a vivir en sociedad pues no hay nada que hacer.

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