Quienes se hayan educado con aquellas viejas enciclopedias de los años sesenta, sumas de conocimientos diversos, recordarán la historia de Agustín de Hipona (350-430), santo y teólogo, y aquel niño que faenaba en la playa con una concha marina e intentaba meter toda el agua del océano en un hoyo. Una imposibilidad física con la que se trataba de explicar la dificultad metafísica de la comprensión del misterio de la Santísima Trinidad.

Ese viejo relato es, tal vez, el punto de partida de "Sacar el mar", la "performance" ideada por el artista y arquitecto venezolano Miguel Braceli que se verificó ayer a la altura de la escalera número dos de la playa de San Lorenzo. Sólo que, en esta ocasión, la propuesta no pretendía ilustrar una aporía teológica, sino intentar una metáfora a pie de arena sobre los empeños colectivos, el trabajo en comunidad y la belleza de lo utópico como horizonte que aúna voluntades.

"Sacar el mar" tiene mucho que ver con las preocupaciones del artista americano, que el viernes por la tarde estuvo en Laboral Centro de Arte con otra "performance", "Inmateriales", dentro de los encuentros "Interacciones II" que coordina Daniel Franco y dentro de las actividades de la Red Asturiana de Performance y Acción (RASPA). A Braceli, que ha planteado "Sacar el mar" como el "segundo acto" de su serie "Apologías de lo posible", le interesa la relación que cursan en distintos ámbitos las fuerzas y aspiraciones humanas y las de la naturaleza.

La "performance" se desarrolló durante la mañana, gris sobre la bahía, y coincidiendo con la bajamar. La acción artística contó con la participación de unas cincuenta personas y consistió en desplegar a la orilla del Cantábrico un gran plástico con el que extraer el agua del mar. Braceli ha planteado esta propuesta como una "obra abierta", participativa y en busca de un "diálogo entre las personas y el paisaje". Lo importante está en ese esfuerzo puesto en común, en la participación colectiva y en la belleza misma de un acto que a muchos podrá parecer gratuito, travesear en la orilla. No hay operación artística, sin embargo, que no reproduzca los procesos del juego. Como le ocurría al niño que encontró San Agustín en la playa, concentrado en el acarreamiento de toda el agua del mar en una caracola pese a ser tarea condenada al fracaso, lo sustancial en el planteamiento de Braceli es el reto de intentar el deseo y hacerlo, además, desde la participación colectiva.

La intención es exponer algunas de las obras que se obtuvieron ayer, en el desarrollo de la "performance", en el Museo del Ferrocarril de Asturias. Será el próximo 6 de octubre dentro de la muestra "Eingedenken/Recordación". Miguel Braceli disfruta de una residencia en Proyectos Artísticos Casa Antonino (PACA), en Cenero.