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Nunca oímos nada

Llevamos años sufriendo las noticias constantes de mujeres asesinadas a manos de sus parejas o allegados, utilizando los hijos como daños colaterales y con el comentario de que era "una buena persona" el verdugo, o "nunca habíamos oído nada", que es lo habitual escuchar entre el vecindario.

Estas consideraciones pueden venir dadas por desconocimiento de lo que realmente ocurre dentro de las cuatro paredes de al lado, pero también por no comprometerse en lo que observamos de nuestro entorno. Éste es uno de los males, el silencio cómplice, que convierte un hecho gravísimo, el asesinato con premeditación y ensañamiento, en un final que no justifica permanecer al margen o mirar para otro lado.

También está relacionado con el rol discriminatorio de la mujer en su trabajo, donde sigue teniendo una retribución salarial inferior a sus compañeros varones, limitando su independencia económica. Lo mismo que el no reconocimiento social y laboral, concediéndole el derecho a obtener una pensión por su responsabilidad en llevar la casa y muchas veces hacerse cargo de familiares con problemas de salud o edad.

Debe hacerse hincapié en la educación, valorando la convivencia como un ejercicio voluntario de respeto mutuo, de igual a igual, salvando las disputas con ayuda de mediadores familiares o profesionales. Tiene que actuar el gobierno, creando o reforzando una red de apoyo psicológico en situaciones de crisis personal y familiar, arbitrando ayudas económicas, para que no se generen dependencias obligadas que acaban violentamente.

Debe existir un compromiso sin fisuras de todas las fuerzas políticas para abordar esta guerra civil contra nuestras semejantes, de manera urgente y con todos los medios que un estado democrático puede disponer.

Tiene que haber un cambio de comportamiento de toda la sociedad, para denunciar, defender y apoyar a cualquier víctima de violencia machista, antes de que sea demasiado tarde. Estamos hablando de una minoría de varones que valoran a su pareja como una propiedad material, pero es suficiente para reaccionar con energía para acabar con esta vergonzosa lacra humana.

Se promulgó una ley contra la violencia de género que en su aplicación no está funcionando. Y después de cada asesinato salen voces hablando de carencias, pero ya no pueden remediar la tragedia. Dejémonos de lamentos y actuemos.

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