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Tabacalera, palanca de cambio

La plataforma apuesta por la "autogestión" del edificio y espera que sus asambleas inciten a una mayor participación ciudadana

Por la izquierda, Carlos Vara, Carla Díaz, Sara Muñiz, José Álvarez, Adrián Muñiz, Kela Coto, Alfredo Aracil y Sergio Redruello, integrantes de la Plataforma Tabacalera Gijón, ante el edifico. MARCOS LEÓN

Los impulsores de la Plataforma Ciudadana "Tabacalera Gijón" mantienen abierto el debate interno sobre apostar por la autogestión para llevar las riendas en el futuro de la antigua fábrica cigarrera y así lograr la ansiada dinamización del barrio.

"No nos da miedo la autogestión", confirman. Esgrimen como argumento los antecedentes de la "Casa del Chino", sede de la asociación de vecinos, que es "el Centro Integrado de Cimavilla y lleva autogestionado desde los años ochenta", aseguran. "Y sin ningún caos", matizan. No obstante, optar por este sistema no implica cerrar las puertas a la administración por "lo mismo que nosotros les pedimos que no nos den la espalda".

Pero la antigua Fábrica de Tabacos es el pretexto para un objetivo más ambicioso que comenzó en febrero con su primera asamblea -donde se dieron cita unas 200 personas, desde los 18 a 60 años- tras asumir "la situación de emergencia en que está la ciudad" en lo cultural y social. Todos ellos comparten, a juzgar por los primeros encuentros, una "sensación de frustración con respecto a la situación de ciudad" pero también con "la voluntad de hacer algo contra esa frustración, no queremos dejarnos en el abatimiento ni el cinismo". La cura a los males, apuntan, pasa por una mayor participación ciudadana.

"Tabacalera es una palanca para transformar la forma en que la ciudadanía se relaciona con las instituciones", acuñan para emitir un llamamiento a los ciudadanos para unirse y crear un "espacio de reflexión y debate para aplicar los resultados a un espacio físico que es paradigmático" sin dejar de lado las reivindicaciones históricas que tiene el barrio como accesos, movilidad o envejecimiento. Por tanto, "lo primero es pensar en los vecinos y luego en los usos del edificio", demandan. "No queremos convertir Cimavilla en un parque temático, que la gente entre a raudales, consuma el barrio y no deje nada aquí", defienden.

Las propuestas abarcan un uso cultural muy amplio. Cultura como bien social capaz de transformar el tejido económico de la ciudad, enriquecerlo y hacerlo sostenible. Son partidarios de un espacio diáfano para albergar reuniones, talleres, creación artística o locales de ensayo. En definitiva, introducir actividades y elementos en rotación de forma fluida que establezcan sinergías y conviertan al edificio en punto de encuentro para que así "el edificio no esté de espaldas al barrio ni a la ciudadanía sino que se impregne de ellos".

Pero no hay prisa. Son conscientes de que las tareas de adecuación de la construcción cigarrera va a durar tiempo y mientras tanto aúnan esfuerzos para revitalizar el día a día del barrio para que, llegado el día de la apertura del edificio de Tabacalera éste no se convierta en un oasis cultural. El barrio debe estar preparado y en perfectas condiciones para la apertura del complejo. "Si de aquí a tres años conseguimos como cohesión de los colectivos, más atención y saneamiento del barrio, interlocución con las instituciones, que se haya visibilizado el sector de las industrias creativas será un contexto muy distinto", vaticinan.

No obstante sus planteamientos están sujetos a debate cada miércoles en las asambleas de la plataforma que organizan en la "Casa del chino". Aunque lo que es innegociable es su misión de preservar la idiosincrasia e historia del barrio de Cimavilla como patrimonio de la ciudad.

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