Hay cosas que nunca pasan de moda. Y otras que ganan importancia con el tiempo. De unas y de otras hubo este fin de semana por miles en la decimoséptima Feria del desembalaje de Asturias, que se celebró durante tres días en el recinto ferial Luis Adaro y que ayer cerró sus puertas a última hora de la tarde.

Los organizadores de este evento con 82 expositores de toda España aseguran que se pusieron a la venta casi 40.000 antigüedades de todo tipo. Pero no todas se vendieron igual. "Hay que tener de todo y de todos los precios para así conseguir atraer a mucha gente pero siempre tenemos claro que lo que mejor se vende son las piezas pequeñas", aseguró María Luisa del Álamo, una empresaria del mundo de las antigüedades que hace años montó una tienda en Frankfurt con su marido y que ahora viaja por ciudades de toda España.

"La cita de Gijón es una de las que más me gustan, tenemos clientes muy fieles y este año estamos vendiendo bastante bien, mejor que en otras ediciones", reconoció. En sus estanterías se acumulaban las pieles, las cuberterías y hasta un leopardo de porcelana alemana que había puesto a la venta por 600 euros. "Es difícil que se venda pero este año va muy bien; así que nunca se sabe", apuntó Del Álamo mientras atendía a sus clientes.

No era tan optimista con el resultado del fin de semana de ventas otro de los anticuarios que lleva casi una década acudiendo a la cita gijonesa, Eduardo Peral. "Hoy domingo viene gente que no tiene partido de fútbol o no quiere ir al cine y pasa la tarde aquí mirando. El viernes y el sábado sí que tuvimos más ajetreo aunque menos que otras veces", argumentó este empresario llegado desde Navarra.

Entre los que no faltaron a la cita con las antigüedades estaban Manuel García y su hija María García. Vecinos de Santiago del Monte. Tenían una misión: buscar elementos decorativos para su casa. El padre no encontró nada de su agrado, pero la hija sí consiguió un "botín". Una máscara que servirá como regalo.